HISTORIA
DOCUMENTOS
La conquista de Canarias



Conquista de las islas Canarias. López de Gómara (1552):
Por ser las islas de Canaria camino para las Indias, y nuevamente conquistadas, escribo aquí su conquista. Muy sabidas y loadas fueron siempre las islas de Canaria, según autores griegos, latinos, africanos y otros gentiles escriben. Mas no sé que hayan sido de cristianos hasta que fueron de españoles. Cuenta el rey Don Pedro el Cuarto de Aragón, en su historia, cómo el año de 1344 le vino a pedir ayuda para conquistar las islas perdidas de Canaria don Luis, nieto de don Juan de la Cerda, que se llamaba príncipe de la Fortunia, por merced, creo, del papa Clemente VI, francés. Puede ser que fuesen entonces a Canaria los mallorquines a quien los canarios se loan haber vencido, matando muchos de ellos, y que hubiesen allí una imagen antigua que tienen. Los primeros españoles que comenzaron a conquistarlas fueron allá el año de 1393, y fue así que muchos sevillanos, vizcaínos y guipuzcoanos fueron a las Canarias con armada, en que llevaron caballos para la guerra, el año sobredicho, que fue el tercero del rey don Enrique III, según su historia cuenta. No sabría decir a cúya costa fueron, aunque parece que a la suya propia, ni si por mandado del rey o por su motivo. Empero sé que hubieron batalla con los de Lanzarote, y gran despojo y presa en la victoria, y que trajeron presos a España al rey y reina de aquella isla, con otras ciento y setenta personas, y muchos cueros y cabras, cera y otras cosas de riqueza y estima para en aquellos tiempos.

Después el rey don Enrique dio a ciertos caballeros las Canarias para que las conquistasen, reservando para sí el feudo y vasallaje; entre los cuales fue Juan de Betancurt, caballero francés, el cual, a intercesión de Rubín de Bracamonte, almirante de Francia, su pariente, hubo también el año de 1471 la conquista de aquellas islas, con título de rey. Vendió una villa que tenía en Francia, armó ciertos navíos, pasó a las Canarias con españoles y llevó a fray Mendo por obispo de lo que conquistase, para doctrinar y convertir aquellos gentiles; que así lo mandó el papa Martin V. Ganó a Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y Hierro, que son las menores, y aun la Palma, a lo que algunos dicen. De Canaria lo echaron diez mil isleños que había de pelea; y así, hizo un castillo de piedra y lodo en Lanzarote, donde asentó y pobló. Señoreaba y regía desde allí las otras islas que sujetara, y enviaba a España y Francia esclavos, cera, cueros, sebo, orchilla, sangre de drago, higos y otras cosas, de que hubo mucho dinero. A la fama de la riqueza, o por ganar honra conquistando a Tenerife que llaman isla del Infierno, y a la gran Canaria, que se defendía valientemente, pidió el infante de Portugal don Enrique al rey don Juan el Segundo de Castilla aquella conquista, mas no se la dio; y el rey don Juan, su padre, la procuró de haber del Papa, y envió el año de 1425 con armada a don Femando de Castro. Pero los canarios se defendieron gentilmente. Todavía insistieron en aquella demanda, como les había sucedido bien la guerra de la isla de la Madera y de otras, los reyes don Juan y don Duarte, y el infante don Enrique, que era guerrero, y llegó el negocio a disputa de derecho delante el papa Eugenio IV, veneciano, estando sobre ello en Roma el doctor Luis Alvarez de Paz, y el papa dio la conquista y conversión de aquellas islas al rey de Castilla don Juan el Segundo, año de 1431; y así cesó la contienda sobre las Canarias entre los reyes de Castilla y Portugal.

Tornando, pues, a Juan de Betancurt, digo que cuando murió dejó el señorío de aquellas cuatro islas que conquistara a un pariente llamado Menaute, el cual, continuando la gobernación y trato con el mismo Juan de Betancurt, tuvo diferencias y enojo con el obispo fray Mendo, que convertía aquellos gentiles. El obispo entonces escribió al rey cómo los isleños estaban muy mal con Menaute por muchos malos tratamientos que les hacía, y tenían grandísimo deseo y aparejo de ser de su alteza. El rey, por aquellas cartas del obispo, envió allá con tres naos, y con poderes para tomar y tener las islas y personas, a Pero Barba de Campos, hombre rico, el cual como llegó tuvo que dar y que tomar con el Menaute de palabras y aun de manos. Mas a la fin se concertaron, dejando y vendiendo el Menaute las islas al Pero Barba, y Pero Barba las vendió después a Fernán Peraza, caballero sevillano. Otros dicen cómo el mismo Juan de Betancurt las vendió al conde de Niebla don Juan Alonso, y cómo después las trocó el conde a Fernán Peraza, criado suyo, por ciertos lugares que tenía. De la una manera o de la otra que pasó, es cierto que las hubo Fernán Peraza, y que dio guerra a las otras islas por conquistar, y en la Palma le mataron a su único hijo Guillén Peraza. Llamábase rey de Canaria, y casó a su hija mayor, doña Inés, con Diego de Herrera, hermano del mariscal de Empudia. Muerto Fernán Peraza, heredaron Diego de Herrera y doña Inés Peraza, llamándose reyes, que no debieran. Trabajaron mucho por ganar a Canaria, Tenerife y la Palma; pero nunca pudieron. Tuvieron éstos hijos a Pero García de Herrera, Fernán Peraza, Sancho de Herrera, doña María de Ayala, que casó en Portugal con don Diego de Silva, conde de Portalegre, y otra que casó con Pero Fernández de Saavedra, hijo del mariscal de Zaharia. Entendieron el rey don Femando y la reina doña Isabel, recién herederos, cómo Diego de Herrera no podía conquistar a Canaria; y como fueron a Sevilla el año 1478, enviaron a Juan de Rejón y a Pedro del Algaba con gente y armada a conquistarla. Riñeron estos capitanes andando en la conquista, y mató Rejón a Pedro del Algaba, cuya venganza no se dilató mucho, ca luego mató Fernán Peraza, hijo de Diego de Herrera, al Juan de Rejón, cuya muerte dañó después sus propios negocios, ca prosiguiendo los reyes aquella guerra, estuvieron mal con Diego de Herrera, que se nombraba rey sin serlo. El Diego de Herrera puso pleito a la conquista, porque, o la dejasen o lo dejasen, diciendo pertenecerle a él y a su mujer, por la merced del señor rey don Juan que hizo a Juan de Betancurt, cuyos sucesores ellos eran; y alegando estar en posesión y acto de la conquista, en la cual habían gastado muchos dineros y derramado mucha sangre de hermanos, parientes y amigos. Hubo sobre esto demandas y respuestas con parecer de letra y tras ellas concierto, y los reyes dieron al Diego de Herrera cinco cuentos de maravedís en contado por los gastos, y el título de conde de la Gomera con el Hierro, y él y su mujer doña Inés Peraza renunciaron todo el derecho y acción que tenían a las otras islas. Tras este concierto despacharon allá con armada a Pedro de Vera, natural de Jerez, año de 1480, según pienso. Pedro de Vera gastó tres años en ganar a Canaria, que se defendían reciamente los isleños; y tardara más, y aun quizá no la ganara, si no fuera con ayuda de Guanarteme, rey natural de Galdar, que le favoreció por deshacer a Doramas, hombre bajo que por su valentía e industria se había hecho rey de Telde, por donde entrambos se perdieron. Señaláronse muchos canarios en aquella guerra, como fue Juan Delgado, que así se llamó desde cristiano, y un Maninigra, que fue valentísimo sobre todos, el cual dijo a otro que le motejaba de medroso una vez: "Tiemblan las carnes temiendo el peligro donde las ha de poner el corazón". Alonso de Lugo, que fue gentil soldado y capitán en la guerra de Canaria, conquistó el año de 1494 la Palma y Tenerife, de la cual hubo título de adelantado. Desde entonces son todas aquellas islas de Canaria del rey de Castilla muy pacíficamente, y el papa Inocencio VIII le dio el patronazgo de ellas el año de 1486. [CCXXII]

Costumbres de los canarios:
Las islas de Canaria son siete: Lanzarote, Fuerteventura, Canaria, Tenerife, Gomera, Palma, Hierro. Están en rengle unas tras otras, de este a oeste, y en veinte y siete grados y medio, y a diecisiete leguas de Africa por el cabo de Bojador, y doscientas de España, contando hasta Lanzarote, que es la primera. Los escritores antiguos las llamaron Afortunadas y Beatas, teniéndolas por tan sanas y tan abundantes de todas las cosas necesarias a la vida humana, que sin trabajo ni cuidado vivían los hombres en ellas mucho tiempo. Aunque Solino, cuando habla de ellas, mucho disminuye la fama de su bondad y abundancia, que conforma mucho más con lo que al presente son. Otra isla dice que aparece a tiempos a la parte setentrional, que debe ser la Inaccesible de Tolomeo, la cual muchos han buscado con diligencia, llevando en ala cuatro y aun siete carabelas hacia ella. Mas nunca ninguno la topa, ni sabe qué puede ser aquello. Canaria es redonda y la mejor; donde es fértil, es fertilísima, y donde estéril, esterilísima; así que lo bueno es poco y de regadío. No halló Pedro de Vera los canes que dijo el rey Juba, aunque dicen que tomó de ellos el nombre. Piensan algunos que los llamaron canarios por comer, como canes, mucho y crudo, ca se comía un canario veinte conejos de una comida o un gran cabrón, que es harto más. Tenerife, que debe ser la Nivaria, es triangulada y la mayor y más abundante de trigo; tiene una sierra que llaman el pico de Teide, la cosa más alta que navegantes saben, la cual es verde al pie, nevada siempre al medio, rasa y humosa en lo alto. El Hierro, según opinión de muchos, es la Pluitina, donde no hay otra agua sino la que destilia un árbol cuando está cubierto de niebla, y cúbrese cada día por las mañanas; extrañeza de natura admirable.

Vivían todos los de aquellas islas en cuevas y chozas, y la cueva de los reyes de Galdar estaba cavada en vivas peñas, y toda chapada de tablones del corazón de pino, que dicen teda, madera perpetua. Andaban desnudos, o cuando mucho, con cada dos cueros de cabra, peludos. Ensebábanse mucho para endurecer el cuero, majando el sebo de cabras con zumo de yerbas; comían cebada como trigo, que no lo tenían; comían cruda la carne por falta de lumbre, a lo que dicen; mas yo no creo que careciesen de lumbre, cosa necesaria para la vida y tan fácil de haber y conservar. No tenían hierro, que también era gran falta; y así, labraban la tierra con cuernos; cada isla hablaba su lenguaje, y así no se entendían unos a otros; eran en la guerra esforzados y cuidadosos; en la paz, flojos y disolutos; usaban ballestas de palo, dardos y lanzones con cuerno por yerros; tiraban una piedra con la mano tan cierta como una saeta con la ballesta; escaramuzaban de noche por engañar los enemigos; pintábanse de muchos colores para la guerra y para bailar las fiestas; casaban con muchas mujeres, y los señores y capitanes rompían las novias por honra o por tiranía; adoraban ídolos, cada uno al que quería; aparecíaseles mucho el diablo, padre de la idolatría, algunos se despeñaban en vida a la elección del señor, con gran pompa y atención del pueblo, por ganar fama y hacienda para los suyos, de un gran peñasco, que llamaban Ayatirma; bañaban los muertos en la mar, y secábanlos a la sombra, y liábanlos después con correas pequeñitas de cabras, y así duraban mucho sin corromperse. Es mucho de maravillas que, estando tan cerca de Africa, fuesen de diferentes costumbres, traje, color y religión que los de aquella tierra; no sé si en lengua, porque Gomera, Teide y otros vocablos así hay en el reino de Fez y de Benamarín, y que careciesen de fuego, hierro, letras y bestias de carga; lo cual todo es señal de no haber entrado allí cristianos hasta que nuestros españoles y Betancurt fueron allá; después que son de Castilla son cristianos y visten como en España, donde vienen con las apelaciones y tributos; tienen mucho azúcar, que antes no tenían, y que les enriquece la tierra; entre otras cosas que después acá tienen son peras, de las cuales se hacen en la Palma tan grandes que pesan a libra, y alguna pesa dos libras. Dos cosas andan por el mundo que ennoblecen estas islas: los pájaros canarios, tan estimados por su canto, que no hay en otra ninguna parte, a cuanto afirman, y el canario, baile gentil y artificioso. Francisco López de Gómara (1511-1565). Historia general de las Indias y conquista de México (1552) [CCXXIII]

► El erudito profesor de retórica de Alcalá, López de Gómara, ecuánime y bien documentado, menciona el Garoé de El Hierro y la mítica isla de San Borondón. Prescott alaba su celo en la criba de documentos de expedicionarios: «disponía, gracias a su situación, de los mejores medios de información». Se le reprocha a su obra como historiador que se extendiera crédulamente sobre la existencia de Eldorado. Sobre el mítico paraje de las nuevas tierras americanas dio excesivo pábulo al relato del aventurero Juan Martínez, un teniente problemático al que su superior Diego de Ordaz sentenció a muerte por insubordinación. Escapó de la pena e intentó limpiar su nombre con mentiras de muy prolija elaboración. En su falso relato situó Manoa, ciudad de oro y capital del cacique Guaynacapa, en las inmediaciones del Orinoco. Sus descripciones fabulosas dieron impulso a nuevas e infructuosas expediciones a través de selvas insanas.


Cronistas y antropología incipiente:
En el renacimiento español la historiografía, desarrollada por la llegada de humanistas italianos a España, tiene una figura de primer orden: Elio Antonio de Nebrija. En esta época se continuó la tradición de la alta edad media de las crónicas, que siguen el camino emprendido por el canciller Pero López de Ayala, así como también apareció el género de la biografía. El descubrimiento de América provocó una nueva visión del mundo. De inmediato se escribieron relatos sobre los territorios recién incorporados a la Corona española. En muchos casos fueron los propios exploradores y conquistadores los que escribieron narraciones sobre lo que contemplaban. Hernán Cortés describió el territorio y la población en sus Cartas de relación. Se desarrolló el género de la crónica, en el que destacó la obra de Gonzalo Fernández de Oviedo titulada Historia general y natural de las Indias, que ha sido definida como la primera enciclopedia americana. Fray Bartolomé de Las Casas escribió la Historia general de las Indias. Fray Bernardino de Sahagún es el autor de la Historia general de las cosas de la Nueva España, que escribió con objetivos misioneros. Felipe Huamán Poma de Ayala escribió Nueva crónica y buen gobierno (1615), una de las historias más originales sobre la conquista de Perú. Muchas de estas obras constituyen auténticos tratados antropológicos al recoger multitud de costumbres, formas de vida y la estructura social de los pueblos nativos.


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