Mar
Islas coralinas
Proceso de formación



Gran Barrera de Arrecifes:
Tiene la gigantesca longitud de 200 km, una anchura de 300 a 200 m y cubre una superficie de submarina de casi 210.000 kilómetros cuadrados. Se extiende a una distancia de 30 a 200 km ante la costa noroeste de Australia, abraza protectoramente la costa de Queensland y señala con los dedos extendidos hacia Nueva Guinea. Esta construcción, la más impresionante de todos los tiempos, este inmenso muro subterráneo supera todo cuanto jamás han hecho los seres vivientes. Tampoco los hombres han sido capaces de ello. Es una maravilla en el extremo del mundo: la gran barrera de Arrecifes de Australia, el mayor arrecife coralino del mundo. El oleaje se lanza retumbante contra los muros exteriores; nubes de espuma saltan sobre el laberinto de arrecifes, islotes y bancos, sobre sus atolones, dunas y bajíos. Cuando el agua retrocede, la cordillera submarina se eleva en parte sobre las olas: azul pavo y turquesa, rosa, oro púrpura y verde jade, violeta y blanco níveo, con un reborde amarillo yema o cubierto de plantas verde menta. Muchos de los extensos arrecifes individuales de la gran barrera quedan cubiertos por el agua incluso durante la bajamar. Protegen la laguna interior de los embates del mar. Y mientras que a barlovento del arrecife el oleaje se lanza coronado de espuma contra el anillo exterior, los buques costeros hacen su camino de Brisbane al cabo York a sotavento, en el interior de la plácida laguna. Pero es un camino peligroso lleno de artimañas. Sólo los marinos muy experimentados se atreven a introducirse en sus estrechos canales. Ya James Cook sufrió un naufragio aquí en 1770, durante sus viajes de exploración. Pero las aguas de la laguna son calmas y cálidas. Muchas ballenas antárticas vienen en invierno para parir sin peligro. En un tiempo, el continente australiano debió de extenderse hasta el actual arrecife exterior, y tenía colinas y altas sierras. Todavía sobresalen del agua sus cimas, mientras que toda la costa se ha hundido. Y vinieron los corales. Sus larvas transparentes y móviles se introdujeron en las cálidas aguas bajas, se asentaron y formaron arrecifes, muros e islas. Comenzaron la construcción de la gran barrera, y la obra crecía en un metro cada mil años. Su obra fue avanzando al mismo ritmo en que se hundía imperceptiblemente la zona costera y la cornisa continental y subía el nivel del agua, pues los corales son animales de superficie; por eso debían levantar más y más su construcción, hacia arriba, hacia la luz, e introducirse cada vez más a mar abierto.

[Pólipos:]
Los corales se llaman también antozoarios, animales florales. Porque hubo un tiempo en que se los tomó por plantas. En los jardines submarinos de los mares cálidos, en el azul turquesa transparente de sus aguas florecen con una exuberancia y riqueza de formas inimaginables. Entre los abanicos y matojos increíblemente ramificados abren sus botones crisantemos violetas, amapolas de color reseda y rosas de un lavanda pálido. Helechos carmesíes se inclinan sobre incontables claveles blancos, rosados, azules atlas y púrpuras. Innumerables otras flores pequeñas y grandes, rellenas y emplumadas, enrrolladas y extendidas, cerradas y abiertas forman parterres, arriates y prados. Un jardín de ensueño así sólo se puede contemplar con el aliento contenido y con infinito encanto. es de una belleza casi sobrenatural y una de las mayores maravillas que podemos ver en nuestro mundo. Pero los corales no son plantas. Son animales. Mientras la larva tiene el tamaño de la cabeza de un alfiler, una vez adultas y sedentarias apenas alcanzan 1 cm de longitud. Se llaman pólipos coralinos y se encuentran entre los celentéreos, los más primitivos pluricelulares del reino animal. Su cuerpo se compone de una sustancia gelatinosa que rodea una cavidad que sirve al mismo tiempo de estómago e intestino y cuya boca está rodeada de una corona de tentáculos. El pólipo caza con sus tentáculos a sus víctimas, organismos minúsculos, a los que paraliza con sus aguijones. A ello se añade otra facultad, aquí la más importante: el pólipo puede extraer del agua marina sustancias calizas y construir con ellas un esqueleto. Innumerables millones y billones de pólipos se entregan a esta actividad, unen sus esqueletos, los superponen y los adentran en el mar. Piedras y cascotes de arrecife se aprovechan en la construcción, montañas de conchas y esqueletos de otros animales marinos sirven de material de relleno. El encalado exterior lo realizan por fin, las algas rojas coralinas, que cementan tan firmemente la construcción que ningún oleaje normal ni ninguna fuerza marina pueden dañarla. Los pólipos viven en simbiosis con algas fotosensibles, las zooxantelas, que participan en la elaboración del esqueleto calcáreo de sus huéspedes.

[Formación de islas:]
Día y noche, durante millones de años, están trabajando aquí las fuerzas que construyen y amplían, suplen los fragmentos arrancados por los graves tifones y remiendan los sietes rasgados por las olas lanzadas contra el costado de barlovento por los alisios del sudeste. Pero si las fuertes lluvias tropicales hacen disminuir el contenido de sal del agua de tal modo que los corales y otros animales ya no pueden subsistir, se extingue de golpe toda la vida. Queda atrás un único campo de destrucción. Inconteniblemente, las olas liman y lijan de los esqueletos coralinos y conchas una arena fina que amontonan en forma de playa o cementan en caliza coralina. Las aves se posan sobre ellas y traen consigo semillas de hierbas, arbustos, árboles y cocoteros. O los traen el viento y el agua. Se fijan, germinan, echan raíces y convierten el antiguo arrecife inundado y desnudo en islas paradisíacas del verano eterno. Innumerables animales viven en el mundo de los arrecifes de coral: peces raros, decorados con bandas o manchas, de todos colores, cuadriculados o estriados, aventureros en su aspecto, cajones cuadrados alrededor de barquillos planos, globos adornados de espinas junto a tiernos seres con alas de libélulas, cangrejos, tiburones y peces martillo, barracudas y mantas, calamares y morenas. Los erizos de mara rayan incansablemente las superficies de coral, fólades se introducen en ella, las algas descomponen la caliza, moluscos gigantes amplían las grietas. Los manglares se levantan con las piernas abiertas sobre el limo de las marismas, y sus semillas medio germinadas caen como una bomba en el limo. Bandadas de aves marinas llegan desde las inmensidades del mar, se aparean e incuban en la barrera de arrecifes.

Variedad de especies:
La Gran Barrera de coral es el refugio de más de 1.500 especies de peces, 4.000 especies de moluscos y otras especies como el dugong, amenazado de extinción, y de seis especies de tortugas marinas de las siete con las que cuenta el planeta. Para proteger esta rica diversidad está catalogada como parque nacional desde 1979 (con el 15% de la superficie marina protegida a nivel mundial) y considerada como patrimonio mundial de la UNESCO desde 1981.

Darwin idea la formación de islas coralinas (isla de Cocos, 1836):
En la costa chilena había concebido la idea de que si la corteza terrestre podía elevarse también podía hundirse, de que en realidad mientras los Andes se levantaban, el fondo del Pacífico se hundía progresivamente. Ya en octubre de 1835, mientras hacía la travesía de las Galápagos a Tahití, había reparado en las islas de coral: vimos varios de esos curiosísimos anillos coralinos que se alzan sólo hasta el nivel del agua, que se han llamado atolones... Estas islas coralinas bajas y agujereadas no guardan proporción con el inmenso océano del que emergen repentinamente; parece milagroso que invasores tan débiles no hayan sido arrollados por las todopoderosas e infatigables olas de este enorme mar, mal llamado Pacífico.

Ahora era el momento de comprobar la teoría de Lyell de que los atolones representan los bordes incrustados con coral de cráteres volcánicos sumergidos. Darwin creía que los pólipos coralinos, el pequeño animal que construye los arrecifes en las aguas tropicales, podían arrojar algo de luz al problema. El pólipo no podía vivir a una profundidad superior a los 37 metros, y siempre se había dicho que tenía que asentarse cerca de una costa continental o alrededor de islas volcánicas. Pero supongamos, se planteaba a sí mismo, que se descubriera que estos arrecifes se hundían muy lentamente y que todo el coral por debajo de la línea de los 37 metros estaba muerto -¿no sería esto una demostración de que el suelo había compensado este hundimiento creciendo hacia la superficie? Era una teoría que ahora podría poner a prueba.

Salió con FitzRoy hacia el arrecife exterior en un pequeño bote, y con mucho cuidado realizó numerosos sondeos en la abrupta vertiente externa del atolón de Keeling. Descubrieron que hasta el nivel de los 37 metros el sebo del cable subía marcado de impresiones de corales vivos, pero perfectamente limpio; al aumentar la profundidad las impresiones eran menos frecuentes, y finalmente fue evidente que el fondo estaba formado por un estrato arenoso uniforme. Esto hizo pensar a Darwin que las formaciones de coral eran el producto final de la acción milenaria de lentos procesos contrapuestos: el levantamiento de una isla por la actividad volcánica submarina, la colonización de sus vertientes por miríadas de pólipos coralinos y, por último, la subsidencia gradual de la isla. Estimó que existían tres variedades distintas de formaciones coralinas: atolones, arrecifes barrera y arrecifes costeros, todos formando parte de del mismo proceso evolutivo que se había prolongado durnate millones de años. El crecimiento del coral tiene que ir al mismo ritmo que la subsidencia, por eso se forma primero un arrecife barrera y luego un atolón: Montañas de caliza construidas por mediación de diversos, diminutos y delicados animales. Calculó que el nacimiento de un atolón precisaba no menos de un millón de años. Como prueba de la subsidencia de estos arrecifes advirtió que en las orillas de la laguna los cocoteros estaban caídos. En cierto lugar los pilares de cimentación de un cobertizo que los isleños aseguraban que 7 años antes estaban justo por encima del nivel de pleamar, ahora eran bañados diariamente por la marea. Esto constituía una impresionante y brillante demostración de su teoría de la inestabilidad de la Tierra. (A.Moorehead)


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