VIAJES
DOCUMENTOS
Luis Carandell



Luis Carandell Robuste (1929-2002):
Nació en Barcelona en 1929. Licenciado en derecho. Se dedicó al periodismo desde 1949. Hizo el servicio militar en Artillería, en el Regimiento de Numancia, donde ingresó con 19 años y colaboró en la revista Trilita. Fue corresponsal en El Cairo, en el Japón y en otros muchos sitios. Entre sus muchos libros se hicieron muy populares Vivir en Madrid (1967) y Los Españoles (1968). En 1968 comienza a publicar en el semanario Triunfo su Celtiberia Show, que describía como:

    escaparate donde se muestran a lo crudo y con el mínimo soporte literario posible, las hazañas, andanzas, milagros, ejemplos, decires, gracias, desgracias, ocios y negocios de los celtíberos de nuestros días.

Fue un fino cronista parlamentario, ameno conferenciante a la carta y contertulio en diversas emisoras de radio. Dejó siempre a su paso una entrañable impresión y multitud de amigos que hablan de él con mucho cariño. Citaba con frecuencia a Wenceslao Fernández Florez. Cultivaba una prodigiosa memoria de la que extraía la más acertada cita o anécdota para todas las ocasiones. En los momentos finales de su enfermedad hizo grandes esfuerzos para ultimar la segunda parte de sus memorias, finalmente publicadas en el 2003.

Tertulias en la radio:
Fue colaborador durante muchos años en Radio Nacional. Una de sus recordadas secciones fue un santoral comentado con amenidad. Participaba en la tertulia de Radio Voz junto con Don Luis Angel de la Viuda, Don Alfonso Ortuño, Don Carlos Pumares, Doña Ana Rosa Quintana, Don Alberto de la Hera, Don Ladislao de Arriba, Don Fernando Vizcaíno Casas, etc. Moderadores: Rafael Cerro, Miguel Angel García Juez. Auxiliados en ocasiones por Juan Diego Guerrero (la bomba sexy) y José Ramón Pardo. Esta veterana tertulia fue la continuación de la que se inició en Antena 3, durante una brillante etapa, desarrollada por grandes profesionales, que luego sería bruscamente interrumpida.

Los viajes y el mar:
En Moscú, tras beber gran cantidad de vodka, ante una nutrida audiencia de miembros de la Marina Soviética, pronunció una conferencia en español que era contestada con repetidos niet, niet.
Durante una estancia en Islandia embarcó en un ballenero y comió muchos filetes de ballena. El Dalai Lama no le causó gran impresión. Destacaba la amabilidad con que siempre fue tratado en Marruecos. Durante su etapa de corresponsal en el Medio Oriente, asistió al confinamiento y al funeral del Negu. Por requerimientos de su corresponsalía recorrió una gran distancia en el norte de Africa en peculiares taxis colectivos. En Camboya presenció la construcción de un gran hotel con la ayuda de elefantes asiáticos. Durante el regreso de veinte días en barco desde Singapur a España se vio obligado a dormir fuera del camarote compartido por el intenso aroma que despedían los 10 kg de clavo que llevaba para un ingenuo negocio que dio muy mal resultado. Su perspicaz mirada sobre la idiosincrasia de los pueblos demostrada en Celtiberia Show en ocasiones la aplicaba al comentar rasgos de los japoneses. Explicaba la cultura japonesa con admiración. Encontraba siempre la naturalidad, el lado humano y el respeto al tratar los aspectos más llamativos.

Familia:
Su abuelo fue movilizado y llevado a la guerra de Cuba, que le contaba con mucha frecuencia. Le decía que la guerra consistía en que los ejércitos no se encontraran nunca. Allí compuso un verso de amor:
Mi querida Soledad/ Llevo cuatro meses ya/ con fatiguitas por verte/ Aquí encerrado en un fuerte/ que no es fuerte ni es ná./ Pero no sufras mi amor/ no matan a tu Manolo/ como no sea a traición/ tengo un mauser pa mi solo/ y eso es una bendición.
Suizo consorte, se casó en el pequeño pueblo de montaña de su mujer. Cruzando la frontera, celebró el convite de bodas con invitados llegados de España. Tuvo dos hijas. Decía que su primo Gotfried era miembro de la Guardia Suiza en el Vaticano. Tenía gatos en casa.


Nuevo tropiezo en casa [Crónica de fútbol]:
Gran entrada en la Romareda para presenciar un encuentro que sería discutido. La veteranía es un grado, afirma un refrán y en el encuentro de esta tarde lo hemos podido apreciar meridianamente. Los visitantes, esto es evidente, han tenido que pagar el canon de alguno de sus errores. Desde su triunfo en el Molinón, en las frecuentes visitas del cántaro rojiblanco a la fuente promocional de la Liga y sus proximidades, no hemos vuelto a ver fútbol, lo que se llama fútbol en dosis mínimas. Estamos asistiendo a la descomposición del equipo. No nos cansamos de repetirlo. Aquí no se trata de hacer florituras sino de dirimir puntos verdad. Falta en el equipo un teórico que engendre juego en el centro del campo. Lo que vimos ayer en la carretera de Sarriá debiera hacernos meditar. Los blanquiverdes sacaron fuerzas de flaqueza, abrieron un esperanzador compás de espera a tenor de lo que ocurriá en otros campos. (Luis Carandell, Los españoles)

(*)Grupo Voz:
Grupo empresarial de comunicación. Con intereses en la prensa escrita y la radio, se formó a partir del diario La voz de Galicia. A principios de 1998 adquirió las cabeceras de Diario 16, La voz de España, la voz de Castilla, El pueblo gallego, La voz de Extremadura, la voz de Baleares y Diario de León. La división grupo radio Voz dio por finalizado en 1994 el acuerdo mantenido con la C.O.P.E. para construir una cadena de ámbito nacional bajo la denominación de Radio Voz, iniciativa de implantación que continuó en solitario.


Vida a bordo de cruceros:
A Noel Coward, que viaja mucho en barco, le molesta en extremo esa organización constante de actividades que en los barcos creen su obligación para distraer a los clientes. En un libro que se titula algo así como ¿Dios mío por qué viaja quien no debe? y del cual se hizo una comedia musical, cuenta el gran escritor inglés que el primer día, en uno de sus cruceros, la señora encargada de las relaciones públicas acudió a verle muy contenta.
- Señor Coward, todo está arreglado. A las once de la mañana tiene usted el primer partido de ping pong para el campeonato de a bordo, a las cinco, juego de bridge con la señora Smith y el matrimonio Brown, y a las nueve formará parte del jurado...
- ¡Señora mía! -estalló Coward-, a las once de la mañana pienso estar durmiendo, paseando por el puente a las cinco y bailando con quien me parezca a las nueve y media y lo que me dé la gana en el resto del viaje. ¿Está usted enterada?

En resumen. He tenido la suerte de viajar en barcos españoles, franceses,(el France y el Viet Nam el más moderno y uno de los más antiguos de la flota mundial y el Flanders), en ingleses (el Queen Mary), en holandeses (el New Amsterdam), en yugoslavos (no recuerdo el nombre, iba desde Opatija a Dubrovnik) por la costa dálmata, en italianos (Vittoria, Rafaello, Leonardo da Vinci, Michelangelo, Galileo Galilei). En uno búlgaro de Varna a Estambul. Mi consejo al presunto viajero que quiera seguirlo es escoger para su viaje un barco de tamaño relativamente grande. En principio todo buque es una limitación de espacio vital y, por tanto, uno metros más donde moverse y respirar, resultan importantísimos para el viajero; esto en lo humano. En lo técnico, evidentemente, a mayor barco mejor estabilidad y equilibrio sobre las olas. Por nacionalidades no tengo más remedio que recomendar los italianos, con maquinaria y casco tan buenos como el mejor de otros países pero, con algo más importante, el mejor servicio que pueda encontrarse. Recuérdese que el restaurante del barco no es un lugar donde se vaya una vez y no se vuelva. A ese restaurante, a ese bar, hay que volver día a día y varias veces dentro de la misma jornada. Resulta primordial, pues, que la cara que se presenta delante de uno sea la más risueña posible, el gesto con que adelante los platos el más fino. Para eso los italianos son únicos. (Fernando Díaz-Plaja. Manual del imperfecto viajero)


Viaje de Stefan Zweig:
El año pasado tuve por primera vez la tan anhelada oportunidad de un viaje a América del Sur. Sabía que en el Brasil me esperaban algunos de los paisajes más bellos de la tierra, y en la Argentina un círculo de camaradas intelectuales cuya compañía sería para mí un inigualable gozo. Y a esta anticipación, que por sí sola me hubiera hecho el viaje delicioso, uniéronse las circunstancias inmediatas del mismo: un mar tranquilo, la natural distensión en el holgado y rápido transatlántico, el sentirse libre de todas las ataduras y de las cotidianas vejaciones. Gocé infinitamente de los días paradisíacos que duró la travesía. Pero, de pronto esto fue en el séptimo u octavo día , me sorprendí en flagrante impaciencia. Siempre el mismo cielo azul y el mismo mar azul en calma. ¡Qué largas me parecían las horas de viaje en medio de aquella súbita reacción! Deseaba íntimamente haber llegado al término y me alegraba la idea de que el reloj, incansable, iba acortando el tiempo. Ahora, el flojo, el indolente placer de la nada, me molestaba. Las mismas caras de unas mismas personas llegaban a hastiarme, la monotonía del movimiento de a bordo me excitaba los nervios, precisamente por la tranquila regularidad del pulso. ¡Adelante, adelante! ¡Más aprisa, más aprisa! De pronto, el bello transatlántico, tan lujoso, tan cómodo, no andaba con la suficiente velocidad. Tal vez sólo faltaba ese minuto en que se me reveló mi estado de impaciencia para que inmediatamente me avergonzara de mí mismo. Estás haciendo me dije, airado las más galana de las travesías en el más seguro de los buques; tienes a tu disposición todo el lujo que se puede alcanzar en la vida. Si, llegada la noche, la atmósfera refresca excesivamente en tu camarote, no tienes más que dar vuelta con dos dedos a una llave y el aire se calienta. Si el mediodía en el ecuador te resulta demasiado bochornoso, tienes a un paso los ventiladores, que refrescan el aire, y diez pasos más allá te espera la piscina. En la mesa de este hotel, el mejor provisto, puedes escoger el plato o la bebida que se te antojen, pues de todo hay en este mundo encantado, como traído por manos de los ángeles. Si así te acomoda, puedes estar solo y leer libros, o bien hacer una partida de juego, o gozar de la música y de la sociedad hasta saciarte. Se te brindan todas las comodidades y toda seguridad. Sabes el término de tu viaje, a qué hora llegarás y que serás acogido amablemente. Y los habitantes de Londres, París, Buenos Aires, Nueva York conocen también, hora por hora, en qué punto del universo se encuentra el buque. Te basta subir unos pocos peldaños, dar unos veinte pasos, y la dócil chispa salta del aparato de telegrafía sin kilos y lleva tu pregunta, tu saludo, a cualquier punto de la tierra, y al cabo de una hora, desde donde sea, tu mensaje es correspondido. ¡xAcuérdate, impaciente; acuérdate, descontentadizo, cómo era en otro tiempo! (Stefan Zweig)


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