Política
La Santa Sede



La Santa Sede:
El papa perdió en 1870 su poder temporal, al realizarse la unidad italiana. El Tratado de Letrán, concordato firmado con Italia en 1929 contempla la creación del Estado independiente de la Ciudad del Vaticano. Fue modificado en 1984, año en que la Ciudad del Vaticano en su totalidad fue declarada Patrimonio de la Humanidad. La república proclamada en Portugal (1910) tras el atentado contra el rey Carlos I y su heredero llevó a cabo importantes reformas laizantes. Ferviente católico, Salazar firmó en 1940 un Concordato con el Vaticano por el que devolvía las propiedades confiscadas a la Iglesia por el anterior gobierno. La firma del Concordato con España en 1953 inició la fase de reconocimiento internacional del régimen de Franco. Aislado hasta el paso a una postura de realismo político al inicio de la guerra fría. El Concordato es un convenio entre la potestad eclesiástica, representada por la Santa Sede, y la potestad civil, representada por un Gobierno, para regular sus relaciones respecto a materias de su competencia. Algunos lo consideran incompatible con los principios de separación de la Iglesia y del Estado, mientras que para otros atenta contra la soberanía territorial exclusiva de éste. Cuestiones de orden religioso que interesan al Estado, exigen el entendimiento con la Iglesia. Posee un carácter jurídico análogo al de cualquier tratado internacional.

La Iglesia tras la revolución industrial (s.XIX):
Casi sin transformaciones desde la Edad Media, tendrá que enfrentarse a nuevos problemas en el s.XIX. Las revoluciones liberales destronan a las monarquías tradicionales, consideradas por la Iglesia de derecho divino. El nacionalismo italiano acabará con el poder temporal del Papa. El cientifismo despojará a la Iglesia de falsos saberes y la revolución industrial engendrará zonas de pobreza en torno a las ciudades y dará nacimiento a una clase de desheredados, a los que la Iglesia no podrá atender con la caridad tradicional. El régimen liberal mantiene a los trabajadores en una lamentable situación que se convierte en el principal problema de su tiempo. Aparecen instituciones religiosas dedicadas a dar respuesta al problema. En 1833 el estudiante francés Ozanam funda las Conferencias de San Vicente de Pául, organización seglar destinada a atender enfermos y desheredados. Más difusión tuvieron las Hermanitas de los pobres, que realizan una importante labor en asilos para ancianos pobres. Los Hermanos de las Escuelas Cristianas se dedican a la educación de los niños. Entre estas obras destaca la del italiano Juan Bosco, fundador de la Pía Sociedad Salesiana, famosa por sus escuelas profesionales. Kettler, arzobispo de Maguncia, sienta las bases de la doctrina social católica. Aparece un sindicalismo cristiano, muy difundido en Bélgica y en Francia, pero de limitada expansión.

Kulturkampf (1871-1883):
Bismark veía con recelo el aumento de la obediencia de los católicos alemanes a Roma. Pensaba que el poder político del Partido del Centro (formado por grupos católicos), representaba una amenaza para la autoridad del imperio. Nombró a Adalbert Falk ministro de Instrucción Pública y Asuntos Eclesiásticos (1872), el cual suprimió la orden de la Compañía de Jesús, y todos los jesuitas fueron expulsados de Alemania; al año siguiente, se votaron “las leyes de Mayo”. El clero católico de Alemania quedaba supeditado a la autoridad del Estado. El matrimonio civil se declaró obligatorio. Se produjo una encarnizada oposición de los representantes de la Iglesia católica alemana. Fueron disueltos los jesuitas y las congregaciones lazaristas y redentoristas. Sólo se respetó a las hospitalarias. Se aprobó una nueva legislación destinada a reprimir el poder del clero católico. Cientos de sacerdotes fueron encarcelados, la mitad de los obispos católicos de Alemania fueron destituidos y muchos de ellos se vieron obligados a huir del país.

León XIII (Papa 1878-1903):
En la encíclica Rerun Novarum de 1891 expone los conceptos de salario justo, derecho de asociación y descanso dominical. Todos ellos opuestos a la doctrina liberal de la libre contratación de las condiciones de trabajo. En 1843 el futuro León XIII, por entonces arzobispo en Bruselas, apoyó a los obispos belgas contra el apoyo al Partido Liberal, se enemistó con Leopoldo I, y debió abandonar Bélgica. En vísperas de la ocupación italiana de Roma (1870) terminó el Concilio Vaticano I por el que se declara la infalibilidad pontificia. Con ello el Papa recaba para sí el primado espiritual por encima de los Concilios y acaba con una vieja disputa. Las relaciones con el Reino de Italia siguieron siendo frías. El papa, resentido por la pérdida de soberanía sobre Roma, se consideró a sí mismo un prisionero del Vaticano, y ordenó a la gran mayoría de italianos católicos que boicotearan la vida política nacional. Tuvo éxito al lograr que Alemania abandonara las restricciones al culto católico y libertad de acción impuesta en el Kulturkampf, pero sus esfuerzos en la década de 1890 para congregar a los católicos franceses en la III República fracasaron.

II Guerra Mundial:
El crecimiento de los regímenes nazi y fascista tiene lugar durante el papado de Pío XI (1922-1939). La actuación de la Iglesia durante el ascenso del nazismo y la renovada difusión en Europa de propaganda antisemita es con frecuencia abordada con un notable sesgo.

Iglesia española y antifranquismo:
En repetidas ocasiones algunos miembros de la Iglesia pusieron este privilegio eclesial al servicio de organizaciones claramente contrarias al régimen. Los que vivíamos entonces recordamos que Comisiones Obreras nació en la Parroquia de Sant Medir de L'Hospitalet, que l'Assemblea de Catalunya lo hizo en Sant Agustí del Raval, o que el Sindicat Democràtic d'Estudiants nació en los Caputxins de Sarriá; y que tanto estos lugares como Santa Maria del Taulat en Poblenou, Sant Pere de les Puel.les en Sarrià, y tantos otros, pero muy especialmente el Monestir de Montserrat, acogieron una gran cantidad de reuniones, encierros, y actos fundacionales de trascendencia política. Me encanta ahora recordar que esta disponibilidad, no fue exclusiva de espacios religiosos, ya que por ejemplo, algunas universidades y algunos colegios profesionales (yo era en aquellos tiempos decano del Colegio de Ingenieros) también acogieron reuniones "clandestinas", de menos importancia que las que acabo de citar, pero no de menos riesgo… En otros casos la actuación de estas personas fue más allá y se convirtieron en organizadores, colaboradores, y hasta líderes, de movimientos vecinales de carácter reivindicativo, y claramente político. La historia de Ca n'Oriach en Sabadell, Bellvitge en l'Hospitalet, Les Oliveres en Sta. Coloma, y tantos otros, recoge la actuación de "cristianos comprometidos" que en algunos casos llegaron a tener un papel personal destacado en la posterior democracia, muchas veces a través del PSUC. Recuerdo además, aunque este sea un aspecto que el documental no pretende abordar, la labor que en esta lucha por la democracia ejercieron algunas organizaciones de carácter propiamente religioso que, tanto en el ámbito sacerdotal como seglar, se crearon o se renovaron en aquellos momentos, bajo el impulso de la, insuficiente pero importante, reforma que supuso el Concilio Vaticano. La Unió Sacerdotal, Justicia i Pau, Graduats d'Acció Católica, Congregacions Marianes, Pax Romana, el Grup de Defensa dels Drets Humans, l'ICESB… Todas ellas tenían una dimensión religiosa, pero al mismo tiempo claramente implicada en la transformación política y social. Me supongo, ya que no puedo aportar experiencia directa, que algo parecido debía ocurrir en las enseñanzas que se impartían en los seminarios catalanes, ya que si no fuera así, es difícil entender la aparición de los sacerdotes obreros, y aún más la manifestación de sacerdotes que tuvo lugar ante la Comisaria de Vía Laietana, y que terminó con una carga policial y con bastantes sacerdotes magullados o heridos. La actuación de la Iglesia, tanto española como catalana, fue mayoritariamente de apoyo al régimen de Franco. Se puede comprender en parte como reacción a los excesos anticlericales de una parte de los que apoyaron la República; pero no se puede justificar su posterior silencio ni su complicidad. (Joan Majó, 2016)

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