Cine
Víctor Erice
El Sur



El Sur. Víctor Erice (1983):
A la hora de hacer una película, uno de los grandes problemas actuales es cómo hacer para que algo de verdad se introduzca en sus imágenes. Eso significa a veces tener que abandonar las autopistas conocidas, perfectamente trazadas, por donde pretenden discurrir la mayoría los guiones, y tomar caminos y senderos que avanzan campo a través, los que dan la impresión -superficial- de no ir a ninguna parte. Porque sólo hay cine donde hay viaje auténtico, experiencia, encuentro. (Víctor Erice)

El Sur es, ante todo, un emotivo viaje de ida y vuelta, un largo itinerario vitalmente hermoso hacia los sueños y realidades que emergen en la infancia, y desde aquí una aventura, entre luces y sombras, que conduce al ansioso despertar de la adolescencia. En un futuro indefinido Estrella relata sus pasiones recién nacidas al abrigo casi mítico de su padre, en aquel lugar incierto, oculto e indefinible que llaman "La Gaviota". Luego su recuerdo, poco a poco, va creciendo en sí mismo, como las luces de ese espacio norteño que despierta y atardece, hasta encontrar, casi súbita y silenciosamente, ese nuevo tiempo donde los mitos ya no existen, otros amores surgen inesperadamente y un afán distinto permite mirar al futuro con ojos inquietos y adolescentes. Viaje, pues, dulce y amargo, brillante y oscuro, invisible y latente, turbador y apacible, superando miedos, enigmas y distancias.

Asistir a El Sur, a ese prodigio metafórico escrito en imágenes que buscan el alma de lo poético, es asistir al fascinante proceso de reconstrucción de la memoria, como pasar en un álbum imaginario las hojas del tiempo, y con ellas representar serenamente cuanto en él acaeció, cuantos sentimientos fue posible experimentar, cuantos misterios quedaron calladamente sin descubrir. Así, el relato en pretérito de Estrella se compone de pensamientos fragmentados, algunos vívidos y transparentes, otros apenas una imagen fugaz y desierta, difícil de apresar. Rememora en detalle el poder casi mágico de su padre, el firme equilibrio de su péndulo, tal vez como su sobria y serena existencia, con el que es capaz de descubrir dónde hay agua; el día asombroso de su Primera Comunión, durante el cual sintió que toda su atención le pertenecía; o aquel súbito descubrimiento de que en el corazón de su padre aún latía, apasionado y ferviente, un lejano amor sureño, quizá nunca poseído. En cambio, Estrella apenas sí conoce la identidad de su madre; y apenas sí quiere o sabe recordar los momentos en que sentía perder la atracción hacia su "héroe" inaccesible. La memoria secuencial de El Sur se construye, en consecuencia, con largos paseos de tiempo y, a la vez, con breves instantes de existencia; unos y otros lentamente encadenados en negro, como un constante abrir y cerrar de ojos, que dejara de manera sucesiva entrar la luz y la sombra. Pocas veces como en El Sur ha sido posible contemplar ese mágico proceso que permite avanzar la vida hasta un límite insospechado, hasta el instante preciso en que se es consciente de que nada queda de lo pasado, como si se hubiera renunciado a sí mismo para emprender un camino nuevo, en el que es obligado poseer otra identidad y otros anhelos.

En El Sur, cuando Estrella comparte a solas con su padre la comida en aquel vacío restaurante se descubre distinta a ella misma, y descubre que su fascinación hacia él se ha desvanecido ya, como si no quisiera formar parte suya, ni alcanzar el horizonte de su misterio. Mientras en el salón contiguo se escucha el mismo pasodoble con el que tentaron a la felicidad, durante la celebración de su Primera Comunión, Estrella renuncia definitivamente a su infancia y al mito fantástico que la había poseído. Por eso es capaz de dejar a su padre allí, solo, encerrado en su locura interna e indescifrable, mientras ella marcha camino de otro tiempo, sabiendo que será la última vez que habrá de verle. Como en un acto simbólico, Agustín pondrá fin a su vida. Estrella nunca más podrá recuperarlo, como nunca más hará nuevamente suyos los rayos de luz que alumbran la infancia.

¿Qué es el Sur? ¿Qué extraña incógnita contiene en sí mismo? ¿Qué poderoso influjo arrastra hacia él, como un gigantesco imán pasional y vehemente? ¿Dónde se encuentra el Sur? Quizá sea el Sur la historia secreta de Agustín, o el itinerario emprendido por Estrella hacia el mañana, o esa bocanada de aire limpio y hermoso que trae Milagros, o ese oasis cálido tan lejano de "La Gaviota"; tal vez el Sur es ese lugar bajo cuya claridad será posible reconstruir la memoria y viajar al pasado para entender mejor qué hubo en él. En cualquier caso, El Sur de Víctor Erice sí es un fascinante paraíso cinematográfico, al que ha sabido dar forma siguiendo un lirismo inspirador, un preciso sentido del relato elíptico, un sutil entendimiento del quebranto cotidiano, y una hermosa intuición para retratar la luz y la vida.
Autor:

    [...] Que ese sur, ya mitificado en la imaginación infantil de Estrella, haya quedado, definitivamente, fuera de nuestra percepción primaria es una travesura del más revoltoso azar. Y es, también una convocatoria al pensamiento libre del espectador, una invitación a la recreación privada. Ese espacio en off que la voz de Estrella adulta convoca durante todo el filme va a quedar infinitamente postergado, aplazado. Pero a su vez, será un lugar abierto a la propia interpretación. Este mecanismo que posee el cine de permitir o denegar el acceso a ciertos lugares o situaciones se conoce con el nombre de fuera de campo. Nunca el cine tuvo, como en El sur, un fuera de campo tan desembarazado, tan poco condicionado para su público. (María José Félix)


[El cambio del final]. Por Rafael Cerrato:
[...] El final previsto por Erice resolvía todas las incógnitas creadas en la primera parte de la película. Efectivamente, en su estancia en El Sur, Estrella descubría que su padre había estado enamorado de una mujer que no era su madre; y que de ese amor había nacido su hermano, al que ella, cuando decide volver a El Norte, regala el péndulo (después de enseñarle a usarlo utilizando las mismas palabras que Agustín había empleado con ella). Su experiencia en El Sur le permite atravesar el umbral de la madurez: cuando sube al tren ha superado la adolescencia, y su mente, ahora mucho más abierta al misterio de la vida, está ya en disposición de entender lo que su padre tenía guardado dentro y que lo llevó a la desesperación y al suicidio. Entonces comprende que el secreto de su padre era mucho más que la relación amorosa con Laura, pues descubre que para Agustín El Sur era el paraíso perdido (amor, juventud. libertad... República): el lugar de la utopía al que ya nunca podría regresar. Y lo descubre de una manera casi fortuita (en realidad, en este final se daba a entender que Agustín tenía planeado que su hija descubriese toda la verdad viajando a El Sur; y por eso dejó el péndulo debajo de la almohada de Estrella el día que se iba a suicidar), leyendo un párrafo del libro que su hermano le ha regalado (es una obra de R. L. Stevenson, "Islas del sur: relato de experiencias y observaciones efectuadas en las Islas Marquesas, las Pomotú y las Gilbert"; el primer relato de viajes que leyó Erice):

    Hay en el mundo unas islas que ejercen sobre los viajeros una irresistible y misteriosa fascinación. Pocos son los hombres que las abandonan después de haberlas conocido; la mayoría dejan que sus cabellos se vuelvan blancos en los mismos lugares donde desembarcaron; hasta el día de su muerte, a la sombra de las palmeras, bajo los vientos alisios, algunos acarician el sueño de un regreso al país natal que jamás cumplirán. Esas islas son las Islas del Sur. Cuentan que en ellas estuvo en tiempos el Paraíso.


Los mares del Sur:

I read, much of the night, and go south in the winter.

Y debajo,

Ma quando gli dico
Ch’egli è tra i fortunati che han visto l’aurora
Sulle isole più belle terra
Al ricordo sorride e responde che il sole
Si levaba che il giorno era vecchio per loro.


Finalmente,

più nessuno mi porterà nel sud.

Carvalho tradujo mentalmente:

Leo hasta entrada la noche
y en invierno viajo hasta el sur
...
Pero cuando le digo
que él está entre los afortunados que han visto la aurora,
sobre las islas más bellas de la tierra,
al recuerdo sonríe y responde que cuando el sol se alzaba
el día ya era viejo para ellos.
...
Ya nadie me llevará al sur.

(Manuel Vázquez Montalbán, Los mares del Sur)

Carta a Manuel Navarro Luna. Juan Ramón Jiménez:
Querido poeta de pulso y onda: Me abandono a ese movimiento íntimo del alma cubana del sur. Su invasión de luz y gracia, que salta de mar a mar por tan aguda tierra verde, me llega, me coje y me lleva a ustedes. Pero usted no sabe sin duda que, desde que llegamos a Cuba, viajo constantemente por su mapa (lo tengo siempre a la vista); que me deleito, imajinanado, en sus ricos nombres evocadores de tanta hermosura; que me he detenido muchas veces, por un cruce de motivos confusos, en Manzanillo. Los sures del mundo, tan parecidos todos, me roban la vida mejor. Me gusta vivir en el centro para soñar en el sur, en el suroeste, sobre todo si tiene debajo mucho mar solitario, como este Caribe, y una isla más siempre. Porque mi destino me trajo a esta vida en el suroeste cuya puesta de sol enciende cada día a América.
(Juan Ramón Jiménez, La Habana, 15/01/1938)

Junto a Cádiz:
Cádiz de interna en la mar hasta donde la mar se acaba, por el norte, hasta el frío escandinavo, por el sur, hasta las tormentas, y por el oeste, hasta las Indias nuevas, que en hielo comienzan y en hielo acaban, y en su centro se llenan de sonrisas caribes y cariocas, que huelen a vainilla y suenan a maraca. (Indalecio Núñez Iglesias)

Por la ventana abierta entraba la nostalgia,
el olor de los pinos y el viento de otras islas.
(Elsa López, El viento y las adelfas, 1973)

E.M.Forster y D.H.Lawrence:
[Lawrence Durrell en El cuarteto de Alejandría (1957-1960) presenta a europeos septentrionales exhibiendo manías extremas en un exótico Egipto]. La posterior obra maestra de E.M. Forster, Pasaje a la India (1924), se concentra en otros tipos de caos, causados por el mal comportamiento de los ingleses como administradores de India y la confusión que acosa a los recién llegados al subcontinente. Incluso nuestras mejores intenciones, parece sugerir Forster, pueden tener consecuencias desastrosas en el entorno. [...] D.H. Lawrence enviaba a sus personajes en busca de líos al sur [...] emplea la geografía como metáfora de la psique: cuando sus personajes van al sur, lo que hacen es escarbar en el subconsciente, internándose en la región de los miedos y deseos más oscuros. A lo mejor hace falta ser oriundo de un pueblo minero de Nottinghamshire, como Lawrence, para reconocer el atractivo y el peligro del soleado sur. (Thomas C. Foster)

El espíritu de la colmena | Varios | Varios 2 | Montalbán: Los mares del Sur | Poemas el sur | Las alas de la vida. Toni Canet


[ Documentos | Pessoa | Bounty | Melville | Defoe | Baroja | Stevenson | Fellini | Angelopoulos | Islas: Pacífico ]