HISTORIA
CANARIAS
Baluartes y atalayaderos



Baluartes y atalayaderos:
Situación anterior a la construcción de los castillos:
Si el primer Adelantado de Canarias designa a Juan de Benavente para la tenencia y alcaldía de una inexistente torre defensiva en el puerto de Santa Cruz, éste se halla en total desamparo, a capricho de las algo más que intentonas de piratas y otros aventureros de la mar, berberiscos o europeos, especialmente cuando al comienzo de 1513 se conoce en Tenerife el estado de guerra entre los reinos de Castilla y Francia. Convocados con urgencia todos los regidores, en nombre de la reina Juana y en lógica inquietud de guardar "la entrada del puerto principal haciéndole fortaleza y poniéndole tiros de fuego", habrá largas discusiones, pero no la deseada torre o fortaleza que requiere la defensa del desembarcadero que sostiene latente el ritmo socio-económico. No hay forma de levantar siquiera sea un humilde edificio defensivo de aquel tipo y se opta de un reparo para esa finalidad, la albarrada que tampoco resultaría eficaz, ya que "nos toman los navíos del puerto, sin lo poder resistir". Sí resultó eficiente el servicio de guardas y atalayeros sobre la visual del puerto de Santa Cruz con señales de humo convenidas cuando descubrían velas extrañas al rutinario anclaje en el desembarcadero principal de la isla. Se comprende que si a la misión positiva de esos vigías, desde la parte oriental de Anaga y su línea de costa hacia el puerto de los Caballos, no se le apoyaba con piezas artilleras persuasivas o críticas, ningún adelanto se obtenía en la seguridad del Puerto Real. Fallece (23 de enero de 1516) Fernando el Católico, un verdadero protector de las realengas islas de Canarias, en cuya idea siguió su hija Juana de Castilla y desconoció, en principio, el nieto e hijo Carlos I, tocado entonces de peligrosa francofilia borgoñona que al menos favoreció a Castilla en la retribuida tregua con el rey francés Francisco I, antes que el ya soberano español desembarque en el puerto asturiano de Tazones, el 17 de septiembre de 1517. Dos meses después, Juan Benítez, mensajero del Cabildo tinerfeño, presentará un conjunto de peticiones a la Corte. En una de ellas se pedía para el indefenso desembarcadero principal, la merced de "dos cañones pederos e dos medias culebrinas e tres falconetes questén en la torre que en el dicho puerto se ha de hazer..."

Fase de importante actividad constructora:
En 1959 Chaunu se pregunta si existe en todo el imperio español, e incluso en todo el ámbito atlántico, un territorio que haya dispuesto de una densidad de armamento, de una fuerza armada potencial, en proporción con su población, que se pueda comparar a la de Canarias. El despoblamiento inicial de Santa Cruz no permite el mantenimiento de una milicia local para su vigilancia y defensa ante desembarcos. Los primeros soldados del rey destacados son muy mal sostenidos por el exiguo presupuesto del Cabildo. Se irá incrementando el número de defensas hasta que la evolución de la artillería permite dispositivos más apartados de la costa.


El Castillo de Paso Alto. Por Juan Arencibia:
Esta fortaleza se pensó construir en 1625, cuando llegó de comandante general Francisco de Andía con la orden de mejorar la defensa del archipiélago, lo que no sucedió hasta años posteriores. Con motivo de la guerra contra Portugal, en 1641, se atrincheró Paso Alto y en la orden de municionamiento se decía que era el fortín que "mejor sujetaba el puerto". Cuando Blake atacó Santa Cruz el 30 de abril de 1657, fue la fortaleza que recibió el mayor daño. Se intentó demolerla en 1683, pero se opuso el comandante general Félix Nieto de Silva, Conde de Guaro. En 1782 se llevó a cabo una completa reedificación según consta en una lápida, que se conserva: "Reinando Carlos III, mandando en estas islas el teniente general Joaquín Ibáñez Cuevas, marqués de la Cañada, se concluyó la reparación de este Castillo..." Era el segundo castillo en importancia del puerto. La espalda de la fortificación era de dos plantas. En la inferior estaba la capilla, los alojamientos para la tropa, calabozo, almacén de pólvoras y pertrechos, caballerizas, etcétera. En la superior, el alojamiento del alcaide y oficiales, cocina, despensa y cuerpo de guardia. En 1774, un violento temporal le causó grandes daños, más de los que originaron los bombardeos que sufrió por parte de la escuadra de Nelson, a pesar de que un proyectil cayó en la capilla. En 1950, se estudió por parte de la Capitanía General el traspaso del Castillo de Paso Alto al Ramo de Obras Públicas y la compensación que debería recibir el Ejército. La compensación fue de 330.087 pesetas, con la condición de que la Junta de Obras del Puerto cumpliera lo establecido en el decreto de 1949 sobre protección de los Castillos de España. ¿No es ahora propiedad municipal? Hay que adecentarlo. A finales del siglo XIX, cuando se creía que Estados Unidos nos iba a invadir, se construyó una batería anexa al castillo, que se demolió en la década de 1960 para construir el Club Deportivo Militar de Paso Alto.


El fuerte de Almeyda hoy:
Nuestro buen amigo Juan Arencibia, con excelente juicio, en una tertulia de amigos en televisión, orientó las discusiones de "Canarias S.XX" al análisis del patrimonio inmobiliario de Santa Cruz y a las ideas que, dentro de una supuesta remodelación, se van recogiendo en la prensa diaria. Y de esta forma nos recuerda que alguien ha sugerido la construcción de una piscina de uso público en el parque de Almeyda, junto al edificio de la fortaleza, parque que se piensa dedicar a fines lúdicos de la población; a lugar de "esparcimiento" ciudadano, para seguir el lenguaje periodístico. Tras el ataque de Nelson en 1797, los contendientes se percataron de la debilidad de Santa Cruz por una ancha zona que se extendía desde Paso Alto hasta las baterías de los Melones y San Antonio, y en donde únicamente dos baterías, la de San Miguel y la de Candelaria, tenían a su cargo la defensa de una larga línea de playa. A los curiosos recomiendo una ojeada al "Plano de Santa Cruz, su costa y sondeo con un muelle", del ingeniero militar Antonio Riviere [1740, estudio de las fortalezas, en escala gráfica de 400 tuesas (11 cm), encargo de Felipe V y remitido a la Corte en carta de 30 de diciembre de 1740. Resulta sorprendente que los españoles no advirtiesen antes la existencia de esta falla en la línea defensiva, y que a un táctico tan eficiente como era Nelson, le pasase desapercibida. Por otra parte, la decisión de atacar directamente el castillo de San Cristóbal puede haber sido una de tantas reacciones súbitas del almirante inglés. Pero dejemos aparte estas disquisiciones, y veamos la historia de la fortaleza de Almeyda. El 22 de septiembre de 1859, sesenta y dos años después del ataque de Nelson, se aprueba en consejo de ministros el plano de la construcción tipo Vauban, diseñada por Sebastián Clavijo y Pló, coronel de Ingenieros, aprobación que se hizo sin contar con presupuesto, que no sería aprobado más que cuatro años más tarde. Sólo debemos recordar que la fortaleza tardó treinta años en construirse, que fueron los años en que cambiaron bastante los conceptos, las técnicas y el material artillero, y en que España debió afrontar los problemas de una guerra colonial, por lo que no fue raro tener que desmontar piezas de artillería ya colocadas, para enviarlas a Cuba, situando en su lugar otras menos potentes. Asimismo se constató la ineficacia de cierta calidad de piezas en ubicaciones bajas de la fortaleza, por lo que fue necesario reubicarlas en una batería accesoria construida en un lateral de la fortaleza. Y a poco de terminarse la construcción del edificio, carecía ya de valor militar al quedar englobada por el crecimiento urbano, sirviendo únicamente como sede del Regimiento de Artillería, alojamiento principal de las tropas, patio de instrucción, sede de la batería de honores y pabellón del coronel, quedando suficiente sitio para un bar y paseos de esparcimiento para los oficiales. Las obras realizadas últimamente han cubierto las casamatas del frente marítimo, de las que se desmontaron los cañones "Ordóñez" de 15 cms., quedando únicamente los cañones de bronce para las salvas.

Todos los contertulios coincidimos en la opinión de tener que conservar el parque de Almeyda como sede del Museo Militar, mejorándolo en todo lo posible, creando nuevas salas y arreglando los sótanos para su exposición, ya que esta zona, que está cerrada, es un exponente de la función defensiva del edificio y la orientación de las troneras informa de la finalidad de su construcción. Prescindiendo de los valores históricos, innegables, reforzados por la riqueza de nuestro museo, el fuerte es digno de visitarse por sus méritos arquitectónicos, su situación destacada en una colina relevante, con un parque muy hermoso, que el Arma de Artillería cuidó y mejoró durante muchos años, con unas posibilidades presupuestarias limitadas, como es de suponer. Con las obras de una marquesina y un paseo, de acceso a un pequeño bar, parte del edificio quedó cubierto, escapando de la vista de los paseantes por la Avenida, pero esto tiene fácil solución. Removiendo el entullo y eliminando las fortificaciones realizadas para complementar funcionalmente la fortaleza y modernizar sus posibilidades, habría que hacer un parque con parterres de césped, colocar plantas ornamentales, vigilar el crecimiento y decidir qué se hace con el muro que cierra Almeyda por San Isidro. La entrada al Regimiento, es tan interesante y su visión tan hermosa que aquello no puede seguir cerrado al público, sino que procede colocar una bella verja de forja, que proteja la entrada al mismo tiempo que permita visualizar la trasera, y el costado norte del edificio. Nuestro objetivo es conseguir que Santa Cruz pueda exponer al público visitante y a sus propios ciudadanos un edificio singular, que, por motivos que no se me alcanza, permanece oculto, sin que el hecho de albergar el museo militar haya modificado este humilde status. Y al mismo tiempo, crear y sobre todo mantener una riqueza patrimonial, descubriendo los viejos edificios y las zonas nobles de nuestra ciudad, incluso enriqueciéndolos al dotarlos de aquellos elementos coetáneos suyos, que mejoren culturalmente su visita, y que informen a los visitantes, especialmente si se trata de nuestros paisanos, de la verdadera historia de nuestras islas, y del papel jugado por cada objeto o por los edificios expuestos, en cada citada historia, así como a los hechos de las personas que vivieron en su momento, dejando su nombre unido para siempre a las piezas patrimoniales y a los hitos de nuestra historia. (José Miguel Juan-Togores)

► El viajero de finales del s. XVIII John Barrow dedica parte de las observaciones de su visita a Tenerife a las instalaciones portuarias. Sobre una hipotética invasión británica indica: el plan más razonable sería desembarcar una compañía de tropas en el Puerto de la Orotava, por donde se exporta la mayor cantidad de vino y en donde las obras de defensa son demasiado débiles para oponer una resistencia seria. [...] Las Islas se encuentran desprovistas de buenos puertos para ser de extrema importancia política o naval para cualquier potencia.


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