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POEMAS
Lewis Carroll



Lewis Carroll. La caza del snark:
Discurso del capitán:
[...] Había comprado un gran mapa del mar,
sin un solo vestigio de tierra.
Y toda la tripulación estaba encantada, al ver que era
un mapa comprensible para ellos.

"¿Qué utilidad tienen el Ecuador, el Polo Norte y las zonas de Mercator,
los Trópicos y las líneas de los Meridianos?"
Así decía el capitán. Y la tripulación contestaba:
"¡Son solamente signos convencionales!"

"Otros mapas tienen formas, con las islas y los cabos,
pero nosotros debemos agradecer a nuestro valiente capitán
(así hablaba la tripulación) que nos haya comprado el mejor...
¡un perfecto y absoluto mapa blanco!

Carta Esto era maravilloso, sin duda, pero pronto averiguaron
que el capitán, al que ellos tenían en tan buena estima,
sólo tenía una idea para cruzar el océano,
y esta era tocar su campana.

Era pensativo y serio, pero las órdenes que daba
eran suficientes para desorientar a la tripulación.
Cuando gritaba "¡Girad a estribor, pero dejad la proa a babor!",
¿qué diablos podía hacer el timonel?

Entonces el bauprés y el timón se confundían en ocasiones,
algo que, como decía el capitán.
ocurre frecuentemente en climas tropicales,
cuando una nave esta, por decirlo así, "snarkada".

[...]

¡Amigos, nobles y campesinos, prestadme atención!
(A todos les gustaban las citas,
así que a su salud bebieron y gritaron tres hurras,
mientras él les servía otro vaso.)

¡Hemos navegado varios meses, hemos navegado muchas semanas
(cuatro al mes, podéis anotar)
pero todavía, hasta este momento (y es vuestro capitán el que habla),
no hemos visto, ni por asomo, un snark!

¡Hemos navegado muchas semanas, muchos días
(siete por semana, lo reconozco),
pero nunca un snark, sobre el que nos encantaría poner la vista,
nos hemos encontrado hasta ahora!

Venid, escuchad, compañeros, mientras os vuelvo a decir
las cinco señas infalibles
por las que vosotros sabréis, donde quiera que vayáis.
que se trata de un genuino snark. [...]
(Lewis Carroll. La caza del snark)


A través del espejo:
¡Brillaba el sol sobre la mar!
Con el fulgor implacable de sus rayos
se esforzaba, denodado, por aplanar
y alisar las henchidas ondas;
y sin embargo, aquello era bien extraño
pues era ya más de media noche.

La luna reinaba con desgana
pues pensaba que el sol
no tenía por qué estar ahí
después de acabar el día...
¡Qué grosero! -decía con un mohín,
-¡venir ahora a fastidiarlo todo!

La mar no podía estar más mojada
ni más secas las arenas de la playa;
no se veía ni una nube en el firmamento
porque, de hecho, no había ninguna;
tampoco surcaba el cielo un solo pájaro
pues, en efecto, no quedaba ninguno.

La morsa y el carpintero
se paseaban cogidos de la mano:
lloraban, inconsolables, de la pena
de ver tanta y tanta arena.
¡Si sólo la aclararan un poco,
qué maravillosa sería la playa! [...]
(*) Contado por Tweedledee a Alicia. (Lewis Carroll)


Alicia en el país de las Maravillas:
[...] ¡Y me ha gustado mucho esta canción de la pescadilla!
-Oh, respecto a la pescadilla... -dijo la Falsa Tortuga-. Las pescadillas son... Bueno, supongo que tú ya habrás visto alguna.
-Sí -respondió Alicia-, las he visto a menudo en la cen...
Pero se contuvo a tiempo y guardó silencio.
-No sé qué es eso de cen -dijo la Falsa Tortuga-, pero, si las has visto tan a menudo, sabrás naturalmente cómo son.
-Creo que sí -respondió Alicia pensativa. Llevan la cola dentro de la boca y van cubiertas de pan rallado.
-Te equivocas en lo del pan -dijo la Falsa Tortuga-. En el mar el pan rallado desaparecería en seguida. Pero es verdad que llevan la cola dentro de la boca, y la razón es... -Al llegar a este punto la Falsa Tortuga bostezó y cerró los ojos-. Cuéntale tú la razón de todo esto -añadió, dirigiéndose al Grifo.
-La razón es -dijo el Grifo- que las pescadillas quieren participar con las langostas en el baile. Y por lo tanto las arrojan al mar. Y por lo tanto tienen que ir a caer lo más lejos posible. Y por lo tanto se cogen bien las colas con la boca. Y por lo tanto no pueden después volver a sacarlas. Eso es todo.
-Gracias -dijo Alicia-. Es muy interesante. Nunca había sabido tantas cosas sobre las pescadillas.
-Pues aún puedo contarte más cosas sobre ellas- dijo el Grifo.- ¿A que no sabes por qué las pescadillas son blancas?
-No, y jamás me lo he preguntado, la verdad ¿Por qué son blancas? -Pues porque sirven para darle brillo a los zapatos y las botas, por eso, por lo blancas que son- respondió el Grifo muy satisfecho.
Alicia permaneció asombrada, con la boca abierta.
-Para sacar brillo- repetía estupefacta-. No me lo explico. -Pero, claro. ¿A ver? ¿Cómo se limpian los zapatos? Vamos, ¿cómo se les saca brillo? Alicia se miró los pies, pensativa, y vaciló antes de dar una explicación lógica. -Con betún negro, creo.
-Pues bajo el mar, a los zapatos se les da blanco de pescadilla- respondió el Grifo sentenciosamente.-Ahora ya lo sabes.
-¿Y de que están hechos?
-De mero y otros peces, vamos hombre, si cualquier gamba sabría responder a esa pregunta. (Lewis Carroll)


La edad del lector:
Lewis Carroll (seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson, profesor de matemáticas en Oxford) acertó a plantear en sus relatos problemas de interés humano, social, lingüístico y lógico, con la ayuda de una original red de símbolos y metáforas que han deslumbrado a innumerables adultos. (Manuel Garrido)

Los niños a los que dirigía sus cuentos no están pensados en términos de cronología, sino como un estado de inocencia y honestidad perceptual. Si los niños son la audiencia propia del disparate, lo son sólo en la medida en que dejan que las cosas extrañas sean extrañas, en que se resisten a imponer por la fuerza viejos sistemas a lo nuevo y en que subrayan más las diferencias que las semejanzas. (Michael Holquist)

No todas las piezas del orden que a uno le inculcan en un ambiente particular valen siempre fuera de ese ambiente. También creía la ingenua Alicia, cuando aterrizó en el país bajo Tierra, que el orden natural y social aprendido por una niña en el Oxford de la Inglaterra de la Reina Victoria era único e indiscutible. El choque con la fauna subterránea le enseñó que no era así. Pero Alicia sabe adaptarse a la ontología de ese extraño mundo y logra en su momento poner la cerradura de la puerta adecuada la llave que le proporciona el acceso al bello jardín. (Manuel Garrido)

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