HISTORIA
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Alfonso XIII




Alfonso XIII (1889-1915):
Tenía 10.000 toneladas de desplazamiento, a plena carga, 124 metros de eslora, una potencia de 5.620 CV, con los que podía alcanzar los 17,5 nudos. Podía transportar en cámaras 221 pasajeros y en los sollados 1.345 emigrantes. Para aprovechar los vientos favorables iba provisto de cuatro palos, velas cruzadas en trinquete y mayor y velas cangrejas en los palos de popa.

    "Su silueta era excepcionalmente esbelta, con casco de acero rematado en graciosa proa de violín, con botalón" (González Echegaray)

Cuando la Compañía Trasatlántica Española consigue renovar el contrato con el Estado el 17 de septiembre de 1886, su Consejo de Administración decidió encargar a los prestigiosos astilleros Denny Brothers de Dumbarton dos parejas de buques, una formada por el Alfonso XIII y el Reina María Cristina y la otra por el Buenos Aires y Montevideo. Se construyó primero el Alfonso XIII. Llegó a Cádiz el 7 de febrero de 1889 y después de efectuar las pruebas y los trámites oficiales se incorporó a la línea Cantábrico-Habana-Veracruz. Al regreso de su primer viaje coincidió en el puerto de Santander con el incendio del vapor español Cabo Machichaco, que llevaba un cargamento de dinamita. La tripulación del Alfonso XIII contribuyó a apagar el incendio; en la posterior explosión que se produjo, murieron más de 500 personas, entre ellas el capitán Francisco Jaureguizar y más de 30 miembros de la tripulación del Alfonso XIII que habían acudido en su auxilio. Participó también en la guerra de Cuba como crucero auxiliar y en la dolorosa repatriación de los restos de del ejército colonial, teniendo que arrojar al mar a aquellos que fueron falleciendo durante el viaje. El 5 de febrero de 1915, después de 25 años de vida activa, cansado de navegar, se venció sobre su costado de estribor en la bahía de Santander y allí terminaron las singladuras del primer Alfonso XIII. La Compañía Trasatlántica construyó dos buques correo más con el mismo nombre.


"Alfonso XIII" 3º (1923-1931):
La quilla se puso en la grada el 27 de abril de 1916 y fue el número 1 de la factoría de la Sociedad Española de Construcción Naval de Sestao y el 83 de la flota de la Compañía Trasatlántica Española. Las vicisitudes de la I Guerra Mundial aplazaron la botadura hasta el 14 de septiembre de 1920, en la ceremonia que presidieron los reyes de España, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, acompañados de los infantes Carlos y Fernando. Dos meses después de su puesta a flote, el 27 de noviembre se produjo un incendio a bordo, supuestamente intencionado, lo que retrasó la entrega del buque hasta agosto de 1923, en que fue visitado personalmente por el rey Alfonso XIII, cuyo nombre llevaba el nuevo trasatlántico, realizando las pruebas de mar el 1 de septiembre siguiente.

Características técnicas:
Tenía una eslora de 146,49 metros; 19,09 de manga y 9,83 de puntal. Desplazaba 14.400 toneladas con un tonelaje de registro bruto de 10.551.60 toneladas. Podía desarrollar una velocidad de 19,5 nudos que le proporcionaban dos turbinas de vapor de 10.700 caballos.

En abril de 1931, con la llegada del nuevo régimen, el Alfonso XIII pasó a llamarse Habana. Durante la guerra civil, bajo el pabellón de la Cruz de San Jorge realizó 5 viajes cargado de niños con destino a Inglaterra, Francia y Rusia. Después de la caída de Bilbao se refugió en Burdeos donde sufrió un incendio. En 1975 fue retirado y su desguace se inició en Vigo en febrero de 1978.


La explosión del Cabo Machichaco (Santander 3 nov 1893):
El día 3 de noviembre, el Cabo Machichaco abandonó el fondeadero de la ría de Astillero tras haber cumplido el plazo reglamentario impuesto por la Autoridad Sanitaria, a consecuencia de la epidemia de cólera que batía en Bilbao. Atracó en el muelle saliente número 1 de la concesión de Manzanedo (conocido como tercera machina). Entre otras mercancías, el Machichaco transportaba algo más de 51 toneladas de dinamita procedente de Galdácano y varios garrafones de ácido sulfúrico en cubierta. De acuerdo con el Reglamento del puerto de Santander cualquier buque que transportase dinamita debía efectuar sus operaciones de carga o descarga en el fondeadero de la Magdalena o al final de los muelles de Maliaño. Normativa que en opinión de Casado era incumplida sistemáticamente con la connivencia de todos los responsables en aplicarla. En el mismo sentido se manifiesta Echegaray:

    Lo que ocurría sencillamente es que desde aquel mismo instante había quedado patente la infracción de los Reglamentos portuarias cometida por parte del buque, de su consignatario, de la aduana y de las autoridades en general; todos, absolutamente todos, eran culpables por imprudencia o negligencia -en mayor o menor grado- y además no tenían noción exacta de lo que estaban arriesgando en aquellos momentos.

Hacia la una y media de la tarde las autoridades locales recibieron la información de que se había declarado a bordo un incendio, que se intentó apagar con los medios de abordo, los de los bomberos (al parecer algo escasos) y los del gánguil de la Junta del Puerto. Ante la situación, todas las autoridades locales y técnicos se personaron a bordo, También acudieron a prestar su ayuda las tripulaciones de los barcos que se hallaban fondeados o atracados. El vapor correo Alfonso XIII había llegado a Santander el día anterior y tanto su capitán, Francisco Jaureguizar y Cagigal, como el capitán subinspector Francisco Cimiano, dispusieron que el vapor Auxiliar nº5, propiedad de la Cía. Trasatlántica, colaborase en la extinción del incendio. Embarcaron en el mismo, junto con numerosos tripulantes del Alfonso, Todos ellos dejaron su vida en la explosión que seguidamente se produjo. También acudieron para colaborar en la extinción del incendio las tripulaciones de los demás buques que estaban en Santander, entre ellos el mercante inglés Eden, el francés Galindo y el trasatlántico español Catalina, de la naviera Pinillos, un tripulante de este buque, Pachín González, sería el protagonista de la novela del mismo nombre de José María de Pereda. (Ricardo Arroyo Ruiz-Zorrilla)

(*) Las dos explosiones produjeron 590 muertos y 525 heridos. Echegaray defendió abiertamente en sus obras la actuación del capitán del Cabo Machichaco, Facundo Léniz Maza.

Crisis del sistema del turno de partidos de la Restauración:
Tras la renuncia del rey Amadeo de Saboya, en España se proclamó por primera vez la república en febrero de 1873. Un año después, el 29 de diciembre de 1874, fue derribada por un golpe militar, tras cinco presidencias que no habían podido dotarla de la estabilidad necesaria. Se inició entonces el reinado de Alfonso XII. Tras su inesperada muerte, María Cristina de Austria se hizo cargo de la regencia (1885), a la espera del nacimiento de Alfonso XIII. Al cumplir 16 años, el 17 de mayo de 1902, Alfonso XIII alcanza la mayoría de edad y recibe la corona de España. Se trata de un pesado fardo incluso para cualquier político experimentado. Se encuentra con un país inmerso en una grave crisis social y política. En su primer consejo de ministros, el 31 de mayo, ratifica en el gabinete al liberal Sagasta, lo que supone aceptar el turno de partidos, sistema político de la Restauración. Se trata de un gobierno muy inestable, de concentración de diversas personalidades políticas, y la alternancia demuestra no ser ya una solución válida para la gobernabilidad del país. En sus dos primeros años verá formarse y disolverse cinco gabinetes conservadores y varios liberales. Esto le hará desconfiar de los políticos, intervenir en la toma de decisiones y sentirse cada vez más próximo a los militares, contraviniendo así los principios de la Constitución de 1876 que había jurado. La Constitución moderada de 1876, resultado del golpe de Martínez Campos, le daba importantes prerrogativas de gobierno y hacía que las Fuerzas Armadas dependieran del rey. El 4 de enero de 1903 muere Sagasta, encargado desde hacía un cuarto de siglo, de organizar el Partido Liberal. Había participado activamente en la revolución de 1868 y sirvió con fidelidad a la monarquía restaurada. El sistema de la alternancia logró mantener la paz y era homologable en teoría a los existentes en Europa, pero en la práctica se basaba en una falsificación del principio de representatividad: el papel del rey era esencial y los cambios respondían más a la acción de una minoría que influía en la Corona que a decisiones del gobierno, la voluntad popular era manipulada desde el poder y el sufragio universal carecía de valor democrático en una España mayoritariamente rural dominada por el caciquismo. El deterioro social y político se puede ver en una serie de actos terroristas relevantes, como los asesinatos del presidente del gobierno Eduardo Dato (marzo de 1921), o del cardenal y arzobispo de Zaragoza Juan Soldevila y Romero (1923). El gobierno presidido por el liberal Manuel García Prieto desde diciembre de 1922 no conseguía controlar la situación, inmerso en el estado crítico de todo el sistema político de la Restauración.

    Ultimos intentos de Maura
    En los años 10 del pasado siglo, tras el aldabonazo de la Semana Trágica, el borboneo de Antonio Maura (defenestrado por Alfonso XIII: “Se me ha roto el muelle real”, dijo Maura al salir de la audiencia en que fue despedido) y el asesinato de José Canalejas (único político liberal de fuste), el sistema entró en crisis por dejar fuera –por no integrar– a una parte significativa del país: la clase trabajadora industrial y la burguesía reformista, que quedaron excluidos del juego político normal protagonizado alternativamente por los dos partidos turnantes (conservador y liberal), que eran, de hecho, las dos caras de una misma moneda: el grupo social que –en expresión de Azaña– lleva siglos “asentado” sobre el Estado. Joaquín Costa sintetizó esta situación en dos palabras: “Oligarquía y caciquismo”. Fue entonces cuando Maura –cuya soberbia y despecho no desmerecían a su talento y coraje– dijo que “los partidos son incapaces de gobernar”. Llevaba razón. Por eso, ante la debacle, se buscó remedio sin hallarlo en los gobiernos de concentración (algunos presididos por Maura y con participación de la Lliga y, en concreto, de Cambó), hasta que el desgobierno desembocó en la sima de la dictadura del general Primo de Rivera, con el beneplácito de parte del país. Costa habló en 1899 de “la España oficial y la España real”. Ortega habló en 1917 de “la España oficial y la España vital”. En ambos casos quedó claro que “la España de verdad” era la segunda. Y, si se niega la realidad, la suerte está echada. (J.J.López Burniol, 2016)

Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930):
El país parecía quererla y tener esperanzas en ella. Alfonso XIII consiente su llegada y la apoya esta alternativa antidemocrática. Ante la creciente presión de la mayoría de los sectores de la población y la falta de apoyo de sus propios compañeros de armas, Primo de Rivera presentó al rey Alfonso XIII su renuncia el 28 de enero de 1930, dejando tras de sí todo un cúmulo de problemas irresueltos, incluida la misma viabilidad del sistema monárquico. Poco más tarde se exilió en Francia y, el 16 de marzo de ese año, falleció en París. El reinado de Alfonso XIII había quedado inevitablemente unido a la dictadura de Primo de Rivera y el final de ésta supuso el anuncio del ocaso de aquél.

Caída de la monarquía (1931):
Primo de Rivera presentó su dimisión el 28 de enero de 1930, terminando siete años de dictadura. Para intentar una nueva etapa Alfonso XIII elige al general Berenguer, responsable del desastre de Annual, pero uno de sus últimos incondicionales. El 17 de agosto se reúnen en San Sebastián los altos representantes del republicanismo como Lerroux, Azaña, Alcalá-Zamora, Marcelino Domingo, Miguel Maura o Indalecio Prieto. Forman una amplia alianza de oposición a la monarquía. El 12 de abril de 1931 se producen unas elecciones municipales en la que los republicanos obtienen la victoria en las ciudades y los monárquicos en las áreas rurales. Pese a la escasa rotundidad del resultado, Alfonso XIII y sus consejeros lo interpretaron como un voto popular contra la monarquía. El 14 el rey hace pública su renuncia a ejercer el poder y lo deja en manos del presidente de gobierno, Juan Bautista Aznar-Cabanas, quien lo confía a su vez al gobierno provisional, ilegalmente constituido, de Niceto Alcalá-Zamora y Torres. El 15 el rey abandona el país sin haber llegado a abdicar.

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