HISTORIA
Carlos V y el mar



Carlos V (1520-1566):
Enfrentamiento marítimo con el imperio otomano:
En 1529 las tropas del sultán Solimán el Magnífico (1495-1566) asedian Viena. Su poder efectivo en Oriente Medio y en el norte de Africa era la amenaza natural y más temida en la Europa mediterránea y central. Los piratas y corsarios al servicio de los turcos fueron una pesadilla para Carlos V, como lo fue para su hermano Fernando la continua presencia del ejército otomano en Hungría y los Balcanes. Las razzias de los corsarios de Barbarroja eran temibles en las islas Baleares y el Levante español. La respuesta del emperador fueron dos expediciones de antagónica fortuna: Túnez (1535) y Argel (1541), victoria y derrota sin paliativos, respectivamente. La paz y la guerra en el s.XVI estaban regidas por el rigor o la bondad de las estaciones. Como los viajes, las guerras se activaban con los primeros atisbos del verano, allá por el mes de mayo, y la navegación cesaba casi por completo desde octubre hasta abril. La única razón para navegar en invierno era el factor sorpresa o arriesgar frente al tiempo lo que se ganaba en seguridad de partida, pues las flotas corsarias turcas se replegaban hacia el este para invernar. Era conocido el riesgo que asumían muchos barcos españoles que se hacían a la mar en invierno por esta razón. Carlos también apostó por la aventura de Argel cuando "la estación estaba casi gastada (finales de octubre de 1541) y perdió. El temporal deshizo su armada frente Argel y le obligó a regresar humillado. Seis años antes había conocido el anverso venturoso de esa moneda caprichosa. Embarcado en Barcelona a finales de mayo de 1535, navegó en galera costeando Menorca, fondeando en lugares solitarios donde desembarcaba para oír misa. Luego hasta Cagliari y de allí a la antigua Cartago, donde se reunieron unas 300 naves que tomaron La Goleta y Túnez como un turbión. El regreso triunfal fue un espaciado éxtasis a través de Sicilia y Nápoles, hasta la entrada clamorosa en Roma en abril de 1536. Una miel que sólo gozaron los generales antiguos.(Agustín García Simón)

Expediciones a Túnez (1535 y 1573):
Depuesto el rey Mulay Hasán y conquistada Túnez por Barbarroja (1534), Carlos V decidió organizar una potente expedición que reconquistase la ciudad, plaza principal en el control del Mediterráneo oriental y amenaza para las posesiones españolas en Italia. En el verano de 1535 parte la expedición de Barcelona. Los contingentes navales se reunieron en Cagliari. Andrea Doria iba al mando de la flota y el marqués del Vasto de las fuerzas terrestres contaban con la presencia del propio emperador. Los casi 30.000 hombres desembarcaron en la costa del golfo de Túnez sin oposición enemiga. Necesitaron un mes para emplazar la artillería contra La Goleta. Esta fortaleza de forma rectangular defendía el estrecho canal que une el puerto interior de Túnez con el mar. Durante el sitio de la fortaleza, la falta de agua, el hostigamiento del enemigo y la disentería aquejaron a los asaltantes. El emperador decidió atacar el 14 de julio. Tras seis horas de cañoneo se desplomó la torre principal, y la fortaleza fue tomada al asalto; se rindieron las 84 naves de Barbarroja, que huyó durante el avance de los atacantes hacia Túnez. El 21 de julio el emperador entró en Túnez; 20.000 cautivos cristianos fueron liberados, Mulay Hasán fue repuesto en el trono y estableció una fuerte guarnición española en La Goleta.

El 14 de junio de 1566 se firmó el tratado de Túnez, entre España y el representante de Argel Muhammad Daxa Bey, que aseguraba la libertad de navegación para las naves de ambos países, que se comprometían recíprocamente a no hacerse esclavos entre sus pasajeros y ayudarse mutuamente en caso de presencia de algún otro enemigo.

En 1570 Túnez, aunque no La Goleta, cayó en poder del corsario Aluch Alí. En 1573, por orden de Felipe II, una expedición integrada por 20.000 hombres, al mando de don Juan de Austria, colocó de nuevo a la ciudad bajo dominio español. Al año siguiente, un ejército turco dirigido por Aluch Alí y Sinán Bajá atacó a la guarnición española de La Goleta. Una expedición de refuerzo organizada por don Juan de Austria no llegó a tiempo de impedir la rendición de los españoles y la consiguiente caída de Túnez, cuyas fortalezas fueron destruidas por los otomanos. La ciudad, que se convirtió en un importante foco de piratería, quedó definitivamente desgajada del dominio español.

Solimán el Magnífico (1495-1566):
La personificación para Occidente de la amenaza oriental en el siglo XVI pasó a la historia turca con el nombre de el Legislador. Su reinado fue coetáneo del de Carlos V (1520-1566) y comenzó con una política militar agresiva que le llevó hasta el corazón de Europa. En 1521 tomó Belgrado y Rodas al año siguiente. Con la victoria de Mohacs se apoderó de parte de Hungría. En 1526, tomó Buda. En el Mediterráneo, su alianza con Barbarroja (1523), le permitió dominar el norte de Africa, de Argel a Trípoli. La llamada del emperador a la cruzada contra el turco encontró poco eco entre sus súbditos y menor entre sus adversarios europeos. Francia no dudó en aliarse con los otomanos. La presión turca, al absorber fuerzas, permitió el avance del protestantismo en Alemania.


Saco de Roma. Asalto de las tropas imperiales (1526):
Carlos V, en paz con el rey de Francia, toma Milán y expulsa a Francisco Sforza. El papa Clemente VII (Julio de Médicis), que tomó partido desde el principio por Francisco I, arma un ejército para restituir a los influyentes Sforza. Ya un siglo antes, el Medici Cosme el Viejo, edificaba una estrecha relación con los Sforza. El papa Alejandro VI, el pro-español nacido en Játiva Rodrigo Borja, había casado a su hija Lucrecia con Giovanni Sforza (1493). Los ejércitos del Emperador marchan rápidamente hacia Roma. Un arcabuz de los defensores mata al duque de Borbón mientras esperaba la respuesta del papa sobre su entrada pactada en la ciudad. Los defensores contaban con la superioridad de disponer de artillería. La nueva liga del papa había prometido un socorro inmediato.

Mas como él [Clemente VII] vio el pleito mal parados, retrújose al castillo de Sanct Ángel con trece cardenales y otros obispos y personas principales que con él estaban. Y luego los enemigos entraron en el Palacio y saquearon y robaron cuanto en él hallaron, y lo mismo hicieron en todas las casas de cardenales y otras gentes que vivían en el Burgo, sin perdonar a ninguno, ni aun a la misma Iglesia del Príncipe de los Apóstoles. En esto tuvieron harto que hacer aquel día, sin que quisiesen probar a entrar en Roma, donde alzadas las puentes del Tíber, nuestra gente se había fortalecido... Los capitanes del Emperador determinan de combatir la ciudad, y esta misma noche, peleando con los nuestros, la entraron; y el saco turó más de ocho días, en que no se tuvo respecto a ninguna nación ni calidad ni género de hombres... ¡Pues es verdad que tenían respecto a los obispos o a los cardenales! Por cierto, no más que si fueran soldados como ellos. Pues ¿iglesias y monasterios? Todo lo llevaban a hecho, que nunca se vio mayor crueldad ni menos acatamiento ni temor de Dios. (Alfonso de Valdés)


Italia invadida:
La invasión francesa de 1494 y la guerra incesante posterior fueron factores principales. El rey francés Carlos VIII consideraba Italia un blanco atractivo para sus ambiciones dinásticas expansivas. En 1494 se puso al frente de un ejército de treinta mil soldados bien adiestrados que cruzaron los Alpes para reclamar el ducado de Milán y el reino de Nápoles. Florencia capituló de inmediato; antes de que hubiera transcurrido un año, los franceses se habían paseado por la península y conquistado Nápoles. Sin embargo, al hacerlo suscitaron el recelo de los monarcas españoles, quienes temieron un ataque a su territorio de Sicilia. La alianza entre España, los Estados Pontificios, el Sacro Imperio Romano, Milán y Venecia acabó forzando a Carlos a abandonar Italia, pero la tregua fue breve. El sucesor de Carlos, Luis XII, lanzó una segunda invasión, y desde 1499 hasta 1529 Italia se halló en guerra casi de forma ininterrumpida. Se sucedieron las alianzas y contraalianzas, pero no sirvieron más que para prolongar las hostilidades. Los franceses lograron una gran victoria en Marignano en 1515, pero fueron derrotados de manera decisiva por los españoles en Pavía en 1525. El peor desastre vino en 1527, cuando las tropas bajo el mando del monarca español y sacro emperador romano Carlos V saquearon la ciudad de Roma y causaron una destrucción enorme. Hasta 1529 Carlos V no consiguió hacerse con el control de la mayor parte de la península italiana, lo que puso fin a la guerra durante un tiempo. Una vez victorioso, Carlos conservó para España dos de las mayores partes de Italia —el ducado de Milán y el reino de Nápoles— e instaló a príncipes de su agrado en casi todas las restantes entidades políticas, salvo Venecia y los Estados Pontificios. Estos protegidos de la corona española continuaron presidiendo sus cortes, patrocinando las artes y adornando sus ciudades con edificios lujosos, pero eran marionetas de una potencia extranjera, incapaces de inspirar a sus séquitos un sentimiento fuerte de independencia cultural. (Coffin)


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