Literatura
Robinson Crusoe



Daniel Defoe Daniel Defoe (1660-1731):
Escritor al servicio de intereses políticos, además de agente secreto, censor oficial, periodista y organizador de la propaganda contrarevolucionaria, unas veces al servicio de los liberales (whigs) y otras al de los conservadores (tories), el primero en hacer de la literatura un oficio remunerado. Cargado de hijos y de deudas, firmaba contratos por adelantado, presentando una especie de guión o sinopsis de lo que luego escribiría al editor correspondiente. De ahí la desigual calidad literaria de sus escritos, lo que no le impedirá dejar obras tan inolvidables como el célebre Robinson Crusoe (1719), novela de aventuras que compuso a los casi sesenta años y que le hizo perseverar en este género narrativo con El capitán Singleton (1720), Memorias de un caballero (1720), Moll Flanders (1722), El coronel Jacque (1722) y Lady Roxana (1724), relato inacabado que protagoniza una aventurera de altos vuelos. En 1704 fundó el primer periódico de regular aparición en Inglaterra (The Review). Otra obra de Defoe que hay que citar es el famoso Journal of the plague year (Diario de la peste), gráfica y verídica relación de los estragos causados por la peste en Londres en 1722. En 1724 publica Historias de piratas donde se retratan personajes extremos y violentos que a la vez eran osados, aventureros y libres. Su descripción sin elogios de las correrías de Kidd, Avery, Tew y Barbanegra repasa una pequeña lista de individuos mendaces, traidores y privados de honor. El 2 de febrero de 1709 Alexander Selkirk es rescatado del archipiélago Juan Fernández, hecho que inspiraría Robinson Crusoe.

encallado en el banco de arena dura, más bien de tierra, que la popa se alzaba por encima del banco y la proa bajaba casi hasta el agua. De ese modo, toda la parte posterior estaba en buen estado y lo que había allí estaba seco porque, podéis estar seguros, lo primero que hice fue inspeccionar qué se había estropeado y qué permanecía en buen estado. Lo primero que vi fue que todas las provisiones del barco estaban secas e intactas y, como estaba en buena disposición para comer, entré en el depósito de pan y me llené los bolsillos de galletas, que fui comiendo, mientras hacía otras cosas, pues no tenía tiempo que perder. También encontré un poco de ron en el camarote principal, del que bebí un buen trago, pues, ciertamente me hacía falta, para afrontar lo que me esperaba. Lo único que necesitaba era un bote para llevarme todas las cosas que, según preveía, iba a necesitar. Era inútil sentarse sin hacer nada y desear lo que no podía llevarme y esta situación extrema avivó mi ingenio. Teníamos varias vergas, dos o tres palos y uno o dos másti les de repuesto en el barco. Decidí empezar por ellos y lancé por la borda los que pude, pues eran muy pesados, amarrándolos con una cuerda para que no se los llevara la corriente. Hecho esto, me fui al costado del barco y, tirando de ellos hacia mí, amarré cuatro de ellos por ambos extremos, tan bien como pude, a modo de balsa. Les coloqué encima dos o tres tablas cortas atravesadas y vi que podía caminar fácilmente sobre ellas, aunque no podría llevar demasiado peso, pues eran muy delgadas. Así, pues, puse manos a la obra nuevamente y, con una sierra de carpintero, corté un mástil de repuesto en tres pedazos que los añadí a mi balsa. Pasé muchos trabajos y dificultades, pero la esperanza de conseguir lo que me era necesario, me dio el estímulo para hacer más de lo que habría hecho en otras circunstancias. (Daniel Defoe. Robinson Crusoe)

William Dampier. Explorador y pirata Descripción de William Dampier:
«Este individuo [un indio de Nicaragua abandonado por el capitán Sharp en 1680 en la isla de Juan Fernández] vivió solo por espacio de más de tres años en la isla. Se hallaba en los bosques cazando cabras montesas, cuando el capitán inglés mandó reembarcar su gente, y se hizo a la vela sin notar su ausencia. El indio no tenía más que un fusil y su cuchillo, un pequeño cuerno de pólvora y un poco de plomo. Después de haber gastado las balas y la pólvora encontró el modo de serrar con su cuchillo el cañón del fusil, haciendo pedazos pequeños y construyendo con ellos arpones, lanzas, anzuelos y un largo cuchillo. Con aquellos instrumentos se proporcionó todas las provisiones que produce la isla: cabras y pescados. A una media milla del mar había levantado una pequeña choza cubierta de pieles de cabras. Ya no tenía traje ninguno y solo una simple piel le servía para cubrirse los ríñones». (William Dampier 1652-1715)

Descubriendo el mar:
No me detuve hasta que encontré un golfo de escollos cerrados por bajos diques de rocas, donde no se veía nada que recordara al hombre. El arco de la orilla estaba cubierto de madejas de algas en las cuales es bueno hundir las espaldas para encontrarse cara a cara con el cielo. Estas algas muertas, lívidas, tristes, arrojadas y amontonadas por la rabia metódica de las olas, parecen virutas viejas perfumadas de sal marina. Son la cama de los náufragos, la yacija de los solitarios, la alfombra de los hombres descalzos. Cuando me siento sobre ellas tengo la impresión de ser una especie de Robinsón olvidado que espera durante días y años la aparición de una vela piadosa en el mar desierto. Y aquella mañana el mar era bellísimo, pero estaba desierto. Una brisa suave y doméstica apenas si lo encrespaba a trechos, haciendo a la superficie azul parecida a una seda cambiante. Unas líneas largas verdes y violetas lo animaban con inmensa preciosidad. Pero donde el sol caía a plomo, un chisporroteo de puntas, un enjambre de moscas de plata, un entrecruzarse de hojas de luz, un polvillo de móviles diamantes, atraía los ojos encantados y cegados. Era un mar todo paz, todo amor, todo placidez: un mar idílico, un mar de Arcadia. (G.Papini)

Historia de mar y tierra:
En el primer Libro de las Maravillas está escrito cómo el capitán Shard, del terrible barco pirata Desperate Lark, se retiró de la vida activa después de saquear la ciudad costera de Bombasharna; y cómo, renunciando a la piratería en favor de los más jóvenes, con el beneplácito del Atlántico Norte y Sur, se instaló con una reina cautiva en su isla flotante. A veces hundía un barco en memoria de los viejos tiempos, mas había dejado de merodear por las rutas comerciales y los asustadizos comerciantes temían ahora a otros hombres. No fue la edad lo que le impulsó a abandonar su romántica profesión. Ni tampoco la indignidad de sus traiciones, ni ninguna herida de arma de fuego, ni la bebida. Fue la inexorable necesidad y la force majeure. Cinco navíos le perseguían. Cómo les dio el esquinazo un día en el Mediterráneo, cómo combatió contra los árabes, cómo fue oída una andanada de sus cañones por primera y última vez en un lugar a 23° de latitud norte y 4° de longitud este, junto a otras cosas desconocidas para los Almirantazgos, es lo que procederé ahora a contar. Se había divertido un poco, sí, él, Shard, capitán pirata, y todos sus compinches llevaban perlas en sus pendientes. Y ahora la flota inglesa iba tras él a todo trapo a lo largo de la costa de España con un favorable viento del norte a popa. No conseguían ganar terreno al aerodinámico navío de Shard, el terrible barco pirata Desperate Lark; sin embargo, estaban más cerca de lo que a él le habría gustado y se entrometían en sus asuntos. Le habían estado persiguiendo durante un día y una noche, cuando, a la altura del cabo de San Vicente, hacia las seis de la mañana, Shard dio aquel paso que decidió su retiro de la vida activa: viró hacia el Mediterráneo. Si hubiera seguido hacia el Sur descendiendo por la costa africana, es dudoso que hubiese podido sacar provecho de la piratería, debido a la obstrucción de Inglaterra, Rusia, Francia, Dinamarca y España; mas, virando hacia el Mediterráneo, dio lo que podía llamarse el penúltimo paso de su vida, que para él significó establecerse. (Lord Dunsany, 1878-1957)


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