Isabel II
Militares



Isabel II (1830-1904): Militares:
En 1833 Zumalacárregui es elegido jefe de los carlistas. En 1835 muere Zumalacárregui por herida de bala durante el sitio de Bilbao. Había conseguido notables victorias sobre las tropas cristinas. Destacó por su dura represión contra los liberales y el empleo del terror. En 1836 tiene lugar la Sublevación de La Granja, insurrección militar que terminó con la carta otorgada que suponía el Estatuto Real español y posibilitó el establecimiento de una nueva Constitución. En 1839 tropas isabelinas incendian el principal granero carlista, el Carasol de Montejurra. Se produce el Abrazo de Vergara entre Espartero y el general carlista Maroto (29 de agosto). Carlos Isidro de Borbón marcha a Francia considerando traidor a Maroto. Juan Prim adquiere gran fama por su demostrado valor en 35 acciones militares.

En 1840 el general Baldomero Fernández Espartero es nombrado regente del reino. En 1843 finaliza la regencia de Espartero. En 1853 Valeriano Weyler ingresa en el ejército.

Bienio Progresista (1854-1856):
Los progresistas encabezados por Espartero controlan el poder. Se inició con una serie de pronunciamientos militares. Destacó el impulsado por Dulce y O'Donnell a finales de junio de 1854 que condujo a una sublevación de Barcelona, Valladolid, Valencia y San Sebastián. Se creó una junta de salvación en Madrid presidida por San Miguel con la finalidad de encauzar la revolución y de negociar con la reina. Isabel II se vio forzada a destituir al Gobierno moderado y encargar el nuevo gabinete a Espartero. Los demócratas fueron marginados del poder y Espartero estableció alianzas con los conservadores de O'Donnell, que ocupó el Ministerio de la Guerra. El poder real conservó todas sus funciones fundamentales. El desarrollo político del bienio fue una muestra contínua de las contradicciones entre las distintas fuerzas de coalición gubernamental. Sus dos momentos álgidos fueron la tolerancia progresiva frente al movimiento obrero y a la huelga general de Cataluña (1855) y las leyes desamortizadoras de Madoz (1855). En mayo de 1856 las Cortes aprobaron un proyecto electoral en el que se democratizaba la participación al rebajar la cuota requerida para ser elector. Estas iniciativas no llegaron a tener vigencia. El gobierno de Espartero cae a raíz de disturbios campesinos motivados por la falta de alimentos. En julio de 1856 Leopoldo O'Donnell sucede a Espartero en el gobierno y Narváez lo sustituye en octubre de ese mismo año.

En 1858 O'Donnell preside el gobierno hasta marzo de 1863. Prim se une al la Unión Liberal, partido recién creado por O'Donnell. En 1859 O'Donnell prepara una intervención en el norte de Africa con la excusa de buscar reparaciones por afrentas recibidas. En 1860 Prim logra un gran apoyo popular debido a su exitosa intervención en Africa. Rompería su relación con O'Donnell a causa de su decisión de dar término a la expedición de México (1862). En 1863 Weyler obtiene la Laureada de San Fernando en la campaña de Santo Domingo. De regreso a España vence al carlista Santés (diciembre). En 1864 Prim decide salirse del sistema, opta por la vía insurreccional y se dedica a preparar conspiraciones. Eran pronunciamientos exclusivamente militares que fracasan uno tras otro. En 1865 la sangrienta represión de las protestas estudiantiles por el cese de Castelar hace que O'Donnell sustituya a Narváez en el gobierno. En 1866 la sublevación de sargentos de San Gil (Madrid) hace que Narváez sustituya a O'Donnell. Esta rebelión incluía elementos civiles y tenía a Prim previsto como jefe de gobierno. El tipo de gobierno que buscaba Prim con sus pronunciamientos era uno con intervención civil muy limitada y sin elementos revolucionarios. La dura represión gubernamental incluyó la ejecución de 66 militares.

La Gloriosa (1868):
En 1868 Isabel II es destronada por La Gloriosa. El 23 de abril muere Narváez de pulmonía. Aprovechando la inestabilidad peninsular, en Cuba comienza la guerra de los diez años con el grito de Yara (10 de octubre). Destacan por su efectividad las tácticas de Weyler, bajo el mando de Valmaseda. En 1869 el general Lersundi es sustituido de su puesto en Cuba por el general Dulce. La reina abandona España en septiembre de 1869 y abdica en París (1870) en favor de su hijo Alfonso XII. En 1870 muere el general Prim por los disparos recibidos en su coche (30 de diciembre).

Primera República (1873):
En 1873, tras la renuncia del rey Amadeo de Saboya, en España se proclama por primera vez la república. El 13 de junio preside el gobierno Pi y Margall, el teórico más importante del federalismo. Entre sus principales determinaciones está la de detener la guerra carlista. Se produce un levantamiento cantonal en julio con los focos más importantes en Valencia, Andalucía y Murcia. Su fin era el de implantar la República Federal por la vía revolucionaria. La insurrección de Murcia se prolongó hasta el 12 de enero de 1874. El 18 de julio dimite Pi y Margall. Salmerón trató de criminales a los cantonalistas y Castelar se apoyó decididamente en el ejército.

Restauración de la monarquía (1874):
En 1874 la república es derribada por el golpe del general Pavía (3 de enero), tras cinco presidencias agitadas e inestables. Alfonso XII es proclamado rey. La redacción de la Constitución de 1876 es conservadora y sigue el ideario de Cánovas. En 1878 Weyler es nombrado Capitán General de Canarias. La Paz de Zanjón constituye una pausa en el levantamiento cubano. En 1885 muere Alfonso XII y María Cristina de Austria se hace cargo de la regencia. Mediante el Pacto del Pardo Cánovas y Sagasta acuerdan las bases del turno de partidos. En 1888 Weyler es nombrado Capitán General de Filipinas. En 1896 Weyler releva a Martínez Campos en Cuba por orden de Cánovas. En 1897 Ramón Blanco sustituye a Weyler en la Capitanía General por orden de Sagasta (octubre). En 1898 explota el Maine en el puerto de La Habana (15 de febrero). McKinley consigue del Congreso una declaración de guerra contra España. Son hundidas las flotas de Cervera (Santiago) y Montojo (Cavite). La derrota frente a EE.UU. supone la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. En 1902 Alfonso XIII alcanza la mayoría de edad. En 1904 muere Isabel II.


El general Ramón Cabrera:
El episodio más vivo de la historia de Morella, grabado en la memoria colectiva española, es la primera guerra carlista –otra guerra civil– librada por los legitimistas, en aquellos pagos, bajo las órdenes de Ramón Cabrera y Griñó, conocido como El tigre del Maestrazgo. Fue una guerra brutal por ambas partes, marcada por las tremendas represalias ordenadas por Cabrera en venganza por el previo fusilamiento de su madre, que, a su vez, fue la respuesta a la ejecución de dos alcaldes constitucionales ordenada por Cabrera. Estas barbaridades no eran fruto de una explosión de violencia repentina e imprevista, sino que respondían a un designio fríamente conformado y ejecutado. Así, cuando el general Nogueras, gobernador de Tortosa, duda en fusilar a la madre de Cabrera, recibe un oficio del capitán general de Catalunya –el antiguo y heroico guerrillero Espoz y Mina– ordenándole que “mañana, a las diez de ella, será fusilada la madre de Cabrera y presas las tres hermanas”. No es extraño que, al conocer estas nuevas, la reacción de Cabrera asustase incluso a sus más inmediatos seguidores. Tanto, que Mariano-José de Larra –seguidor próximo de los acontecimientos– escribió un artículo –“Dios nos asista”– en el que utilizaba el sarcasmo para denunciar esta barbarie: “También te habrán contado (…) otra pequeña arbitrariedad ejecutada oficialmente en una vieja por virtud de un cúmplase de un héroe. ¡Dios nos libre de caer en manos de los héroes…! Es así que la primera causa de que hubieran facciosos fueron las madres que los parieron, ergo, quitando de en medio las madres, lo que queda… Es lástima que no haya vivido el abuelo porque mientras más arriba, más seguro el golpe”. Nacido en una familia de buen pasar, Ramón Cabrera estudió un tiempo en el seminario, de donde le sacó su falta de vocación. Su integrismo ideológico le hizo abrazar la causa carlista y, estallada la guerra, su instinto guerrillero y su sentido natural de la estrategia, unidos a un valor indiscutible, le llevaron pronto al generalato. El 25 de enero de 1838 tomó la plaza de Morella, ciudad que defendió durante dos años frente a los más nutridos ejércitos liberales, que habían sitiado la plaza. Llegó a dominar las provincias de Teruel y Castellón, exceptuadas las capitales. Tras el convenio de Vergara, que puso fin a la guerra en el norte, la derrota era inevitable. Resistió un tiempo, pasó a Berga y, de ahí, a Francia y más tarde a Inglaterra. (Juan-José López Burniol, 2015)

Abolición de los fueros (1876):
Si uno lee en profundidad la causa principal de las tres guerras carlistas del siglo XIX y en gran medida también la del 36/39 aparece siempre la causa foral como una de las diferencias que las ocasionaron. A principios del siglo XIX el Estado liberal defendió el centralismo y, por lo tanto, la igualdad de leyes y de instituciones para todas las provincias en que quedaba dividido el Estado, eliminando instituciones políticas y los ordenamientos jurídicos distintos, denominados fueros, para los distintos territorios de la monarquía e incluso para distintos sectores sociales. Fueros, que ya con anterioridad, después de la guerra de sucesión, habían sido eliminados en los territorios de la Corona de Aragón cuando se implantaron los decretos de Nueva Planta de Felipe V. Las guerras carlistas tuvieron mucho que ver, cierto es, con el conservadurismo de muchos sectores de la población rural y la resistencia a incorporar las novedades que las élites urbanas querían imponer pero también, sin duda alguna, con el rechazo que provocaba en gran parte del pueblo la desaparición del régimen foral y es indudable que la abolición de los fueros en las Vascongadas y Navarra en 1876 aumentaron el sentimiento nacionalista vasco, dando lugar a la creación del Partido Nacionalista Vasco en 1895 que defendía y sigue defendiendo las ideas tradicionalistas del carlismo desde un punto de vista independiente de este movimiento y que, lamentablemente, ha derivado hacia un desapego con la Patria grande que siempre representó España para el carlismo. (Juan Chicharro, 2016)

Valle-Inclán (1866-1936) se formó una imagen extravagante y muy crítica de la historia y la política de España. Seguía con preocupación lo que veía como alarmantes signos de su descomposición. Hablando de política española defendió posiciones encontradas y dio giros en direcciones contrarias. Durante un tiempo pensó que Mussolini podía ser modelo para España después de quedar fascinado por las reformas que había introducido en Italia. Admirador del pretendiente carlista Carlos VII, durante años fue un activo militante de la Comunión Tradicionalista. Deseaba que cayese Alfonso XIII, al que desde su óptica carlista consideraba un monarca ilegítimo.

● Creo que fue Salvador de Madariaga quien sostenía que España sufrió durante más de siglo y medio un estado permanente de guerra civil, latente o explícita. Desde la Guerra de la Independencia (1808) hasta el final de la dictadura (1977) puede trazarse una línea continua de división que atravesó generaciones sucesivas, marcando a sangre y fuego la vida española. [...] Estabas de un lado o estabas del otro. El eclecticismo siempre resultó sospechoso entre nosotros. (Ignacio Varela, 2016)


El regeneracionismo:
Fue un movimiento intelectual a caballo entre finales del siglo XIX y principios del XX, que hunde sus raíces en la decadencia social y política de España, y cuyo detonante fueron las derrotas en las que se perdieron definitivamente las colonias de ultramar. Reacción frente al turnismo, sistema establecido en la Restauración, en el que se hermanaban una clase política perteneciente a dos partidos con alternancia en el poder con la Monarquía y con una oligarquía económica y financiera principalmente de corte provinciano y caciquil, que imponía sus intereses a toda la nación. Toda esta amalgama, que constituía el sistema ideado por Cánovas, impedía que la economía se desarrollase y hacía que la política fuese una mascarada al servicio de las clases dominantes. Joaquín Costa, fundador del movimiento, lo describe perfectamente. “…forma un vasto sistema de gobierno, organizado a modo de una masonería por regiones, por provincias, por cantones y municipios, con sus turnos y sus jerarquías, sin que los llamados ayuntamientos, diputaciones provinciales, alcaldías, gobiernos civiles, audiencias, juzgados, ministerios, sean más que una sombra y como proyección exterior del verdadero Gobierno, que es ese otro subterráneo, instrumento y resultante suya, y no digo que también su editor responsable, porque de las fechorías criminales de unos y de otros no responde nadie. Es como la superposición de dos Estados, uno legal, otro consuetudinario: máquina perfecta el primero, regimentada por leyes admirables, pero que no funciona; dinamismo anárquico el segundo, en que libertad y justicia son privilegios de los malos, donde el hombre recto, como no claudique y se manche, sucumbe”. La palabra regeneración proviene del lenguaje médico como antónimo de corrupción, corrupción que se supone de todo el sujeto y, trasladado al orden social, de todo el sistema. Así emplean el término los regeneracionistas y en ese sentido hay que entender el lema lanzado por Joaquín Costa: “Escuela, despensa y doble llave al sepulcro del Cid”. Consiste en un cambio político sí, pero también socioeconómico que corrija las desigualdades sociales y la situación de pobreza en la que se hallaba entonces la sociedad española. En consecuencia, se trata de un cambio en profundidad que de ninguna manera se puede reducir a unos cuantos parches al sistema. (Juan Francisco Martín Seco, 2017)


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