Literatura
Miguel Torga
Portugal



Miguel Torga Diarios. Miguel Torga:
Coimbra, 11/11/1942:
[Portugal y España:]
Cuando me paro a pensar en el hombre que, después de Cervantes y de Camões, nos llevó a Europa con más firmeza y sentido, siempre se me ocurre el nombre cada vez más nuevo de Unamuno. Claro que no olvido a Costa con su Ideario español, ni a Antero y sus Causas de la decadencia de los pueblos peninsulares, ni a Oliveira Martins con su Historia de la civilización Ibérica. Pero vuelvo siempre al bilbaíno. Y es que para mí el gran error de todos los que, después de tomar conciencia de nuestro caso, han querido hacer de la Iberia una tierra de Europa, ha sido el de haber intentado sembrar en este tórrido suelo peninsular frías ideas de otros paralelos.

[...] Hablar del sentimiento trágico de la vida, escrutando nuestra alma mística y solitaria, es decirle a Pascal quiénes somos, y oír a Pascal quién es él. Y es precisamente en una fraternidad así, de confesiones y confidencias, como se hace la cultura. Es decir, que sólo tras evaluar bien nuestras características específicas y de caldearlas después en la gran lumbre universal, podemos ser al mismo tiempo ciudadanos de Trás-os-Montes y ciudadanos del mundo. Unamuno se esforzó en enseñarnos precisamente esto, a nosotros y a Europa. Negándose, activamente, a africanizar Iberia, o a americanizarla, o, simplemente, a europeizarla, e intentando, por el contrario, arrancar de nuestra intrahistoria nuestro verdadero significado continental. [...]

Escudo Portugal Coimbra, 11/05/1960:
Durante la visita que me hizo, fui fijándome en las mil particularidades que nos separaban, a pesar del parentesco aparente. No, no era un portugués cambiado para mejor o para peor lo que tenía ante mí. Era sencillamente un brasileño. Como insular, el habitante de la metrópoli que durante la colonización permaneció en Portugal ha sufrido un proceso de introversión. Y como ser continental, el que echó raíces en Brasil ha seguido uno contrario de extraversión. Mientras el primero, vuelto de espaldas a España, pero sintiendo en su cuerpo y en su alma la dimensión y la fuerza de lo que intentaba ignorar, llenaba los pliegues de su personalidad de una soledad resabiada, el otro, seguro de sí mismo, dueño de una tierra inmensa, podía charlar perfectamente tranquilo con sus vecinos castellanos y enriquecerse con los mil tesoros de la convivencia. El monólogo y el diálogo son expresiones de la pequeñez y de la grandeza. De una pequeñez y de una grandeza que empezaron siendo geográficas y terminaron convirtiéndose en humanas. Esas naturalezas trasplantadas y aclimatadas dieron semillas que, a su vez, dieron frutos. Y, de generación en generación, ha ido surgiendo un ser específico que, aunque a primera vista nos recuerde a su cepa original, hace olvidar enseguida esta semejanza. [...]

Torre de Belem Monterrey, Verín, 23/09/1961:
¡Mi pobre Portugal, ochocientos años resistiéndose a la seducción de una España irresistible! Hacer frente a una sirena así, sin ceder a la tentación de caer en sus brazos, es sin duda alguan una hazaña digna de respeto y ternura. Frente a un castillo como éste, lo menos que se podía esperar era una rendición sin condiciones al poder, a la grandeza, a la belleza y a la gallardía. Pero no. Atrincherados en sus toscos baluartes fronterizos, como otros Ulises amarrados a los mástiles de sus barcos, los buenos de los lusitanos han cerrado los ojos, se han tapado los oídos y han disparado sus cañones. Que los cronistas y los poetas se encarguen después de evaluar el precio de la libertad...

Escudo PortugalSanta Tecla, La Guardia, 01/09/1962:
¡Qué visión tan desconsoladora de la realidad peninsular he venido a tener en este maravilloso mirador gallego! Creí que estaba subiendo a un cielo natural, y estoy en un purgatorio mental. En vez de darles consuelo a mis ojos, estoy atormentando a mi espíritu. Me asomo al balcón del hotel, gavia de ensueño en un mar de verdor. Como paloma confiada, la luz crepuscular del atardecer se va posando suavemente en el valle. Canta un gallo, rebuzna un jumento, la voz familiar de alguien vibra en la sombra. -¡María! La llamada, que se eleva desde cualquiera de las dos orillas del río fronterizo, no encuentra eco. Del otro lado nadie responde. Y este silencio hostil o timorato apuñala mi conciencia. -Castilla... -murmuro, dolorido-. Castilla la centrípeta, Castilla la dominante, Castilla la contradictoria... Su fanático sentido de la uniformidad no le permite tolerar la diversidad; y ese mismo trágico monolitismo le impide entender una fraternidad de corazones, de lenguas, de paisajes, de destinos... La regla de Loyola aplicada a la periferia. Perinde ac cadaver -exigía aquel vasco, tan rendido como Unamuno y Baroja, paisanos suyos, a la fuerza polarizadora de la meseta. Y que sucumba, por obediencia geográfica, la cultura catalana, y que doble su cerviz bajo el yugo la voluntad asturiana... -¡María! -oigo de nuevo, comprobando ahora gratamente, por secretas artes del oído, qu este grito viene de Portugal. De madre que llama a su hija, o de hermana que llama a su hermana, que lo mismo da, el sonido avanza hasta donde puede, se para, espera un poco y vuelve finalmente a su punto de partida, apagado por la melancolía. Regresa a un Portugal que quiso ser viva fuerza independiente, que lo consiguió, que fue nuevamente sometido y que se liberó, y que desde su soledad marginal, ejemplarmente, nos convoca y concita...

Londres, 08/06/1977:
No hay duda de que es una penitencia andar por el mundo con este Portugal a cuestas. No con el Portugal que podría o debería ser, sino con el Portugal que es, por nuestros pecados. Un Portugal con ocho siglos de existencia y que no ha encontrado aún su identidad nacional, que tiene hombres ejemplares que, sin embargo, no sirven de ejemplo, que levanta monumentos solitarios sin eco arquitectónico en las cercanías, que hace revoluciones que son siempre frustraciones, que alimenta en cada hijo la íntima sensación de una orfandad social. Bajo de las nubes y regreso a esta tierra británica. ¡Y qué impresión inmediata de solidez colectiva, de coherencia histórica! Todo en orde, todo armonioso. El río corre con disciplina, la libertad se autolimita, las instituciones funcionan. Para cada actividad hay una dignidad. Los gestos más opuestos se corresponden entre sí. Las personas y las cosas se reflejan unas en otras. Juntos, y con la misma austeridad de estilo, el parlamento es una catedral de vivos y la catedral un parlamento de muertos. Allí están, hermanados en una gloria que parece respirar, los poetas y los pensadores, los administradores y los soldados. Todos los que han contribuido de algún modo al engrandecimiento de su patria. Una patria que es memoria y acción. Que es una comunión cotidiana de presencias y ausencias, sacramento este que nunca ha figurado en nuestro catecismo cívico. (Miguel Torga)


Frontera de Tras-os-Montes:
¿Cómo va aquí esto? ¿Se llevan bien con los españoles? La informante es una vieja de gran antigüedad que nunca de aquí salió, y por eso sabe de qué habla: Sí, señor, hasta tenemos tierras al otro lado. Confunde al viajero esta imprecisión de espacio y propiedad, y vuelve a quedar confundido cuando otra vieja menos vieja añade tranquilamente: Y ellos tienen tierras también del lado de acá. Para sus botones, que no le responden, habla el viajero, y les pide auxilio de entendimiento. A fin de cuentas: ¿Dónde está la frontera? ¿Cómo se llama este país, aquí? ¿Es aún Portugal? ¿Ya es España? ¿O sólo Rio de Onor y sólo eso? (José Saramago, Viagem a Portugal)

(*)Iberismo:
El Partido Demócrata español, desde su fundación en 1848, recogió la tradición iberista de algunos sectores progresistas. En diciembre de 1854 se constituyó en Madrid una organización iberista, la Liga Hispano-lusitana. Posteriormente el iberismo permaneció vinculado al programa político del Partido Republicano Federal, excepto en un breve período posrevolucionario en que Prim y Olózaga trataron de conseguir la aceptación de un trono único peninsular por parte de Fernando de Portugal (octubre 1868-abril 1869). Aunque estuvo apoyado por algunos destacados intelectuales, como Teófilo Braga y Antero de Quental, el iberismo fue marcadamente impopular en Portugal.


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