Textos
Pessoa
Oda Marítima



Velero frente a Lisboa Oda Marítima:
Solitario, en el muelle desierto, en esta mañana de Verano,
miro hacia el lado de la barra, miro al Indefinido,
miro y me contenta ver,
pequeño, negro y preciso, un paquebote entrando.
Viene aún muy lejos, nítido, clásico a su manera.
Deja en el aire distante tras de sí la orla vana de su humo.
Viene entrando, y la mañana entra con él, y en el río,
aquí, acullá, despierta la vida marítima,
yérguense velas, avanzan remolcadores,
surgen barcos pequeños por detrás de los navíos que están en el puerto.
Hay una vaga brisa.
Pero mi alma está con lo que veo menos.
Con el paquebote que entra,
porque él está con la Distancia, con la Mañana,
con el sentido marítimo de esta Hora,
con la dulzura dolorosa que sube en mí como una náusea,
como un comienzo de mareo aunque del espíritu.
Miro de lejos el paquebote, con una gran independencia de alma,
y en mi interior un volante inicia lentamente sus giros.

Los paquebotes que entran de mañana en la barra
traen a mis ojos consigo
el misterio alegre y triste de quien llega y parte.
Traen recuerdos de muelles alejados y de otros momentos
de otro modo, de la misma humanidad, en otros puertos.
Todo atracar, todo largar de navío,
es -lo siento en mí como mi sangre-
inconscientemente simbólico, terriblemente
amenazador de significaciones metafísicas
que perturban en mí quien yo fui...

Barco frente a Lisboa ¡Ah, todo el muelle es una saudade de piedra!
Y cuando el navío llega del muelle
y se advierte de repente que se abrió un espacio
entre el muelle y el navío,
me viene, no sé por qué, una angustia reciente,
una niebla de sentimientos de tristeza
que brilla al sol de mis angustias, cubiertas ya de hierba,
como la primera ventana donde la madrugada pega,
y me envuelve con un recuerdo de otra persona
que fuese misteriosamente mía.

Ah, ¿quién sabe, quién sabe
si no partí otrora, antes de mí,
de un muelle; si no dejé, navío al sol
oblicuo de la madrugada,
otra especie de puerto?
¿Quién sabe si no dejé, antes de que la hora
del mundo exterior como yo lo veo
radiarse para mí,
un gran muelle lleno de poca gente,
de una gran ciudad medio despierta,
de una enorme ciudad comercial, adulta, apoplética,
tanto como eso puede ser fuera del Espacio y del
Tiempo?


Lisboa Algo se parte en mí. El rojo anocheció.
Sentí de más para poder continuar sintiendo.
Se me agotó el alma, quedó sólo un eco dentro de mí.
Decrece sensiblemente la velocidad del volante.
Las manos me borran un poco de los ojos mis sueños.
Dentro de mí hay sólo un vacío, un desierto, un mar nocturno.
Y en cuanto siento que hay un mar nocturno dentro de mí,
sube de sus lejanías, nace de su silencio,
otra vez, otra vez el vasto grito antiquísimo.
De repente, como un relámpago de sonido, que no hace ruido sino
ternura.

súbitamente abarcando todo el horizonte marítimo
húmeda y sombría marejada humana nocturna,
voz de sirena lejana llorando, llamando,
viene del fondo de la Lejanía, del fondo del Mar, del alma de los
Abismos,
y a ras de él, como algas, flotan mis sueños desechos...


Lisboa ¿Quién soy yo para que me perturbe verte?
Zarpa del muelle, crece el sol, se yergue oro,
lucen los tejados de los edificios del muelle,
todo el lado de acá de la ciudad brilla...
Parte, déjame, vuélvete
primero el navío en medio del río, destacado y nítido,
después el navío camino de la barra, pequeño y negro,
después punto vago en el horizonte (¡oh angustia mía!),
punto cada vez más vago en el horizonte...,
nada después, y sólo yo y mi tristeza,
y la gran ciudad ahora llena de sol
y la hora real y desnuda como un muelle ya sin navíos,
y el giro lento del guindaste que, como un compás que gira,
traza un semicírculo de no sé qué emoción
en el silencio conmovido de mi alma...

(Alvaro de Campos)
(*) Alvaro de Campos es un heterónimo de Pessoa.
Oda Marítima fue impresa en el número 2 de la revista Orpheu (Lisboa, julio 1915). El Alvaro de Campos de esta época es "sensacionista", poética que recoge y reproduce las sensaciones físicas filtradas por lo psíquico, en versos arolladores de expresividad y fuerza, en los que hay mucho de modernismo. Con el tiempo, Campos pasará a formas más íntimas y emotivas. (Miguel Angel Viqueira). Recibió la influencia de Cesário Verde (1855-1886), uno de los precursores de la poesía portuguesa contemporánea muy admirado por Pessoa.


Terreiro do Paço, Lisboa De Alvaro de Campos:
Otra vez vuelvo a verte
sombra que pasa a través de sombras y brilla
un momento una luz fúnebre desconocida
y entra en la noche como la estela del barco que se pierde
en el agua que dejamos de oír...
(Alvaro de Campos, Passagem das horas)

Recorre el muelle un bullicio de llegada próxima,
empiezan a llegar los primitivos de la espera,
ya se agranda y se ve claro a lo lejos el paquebote de Africa.

He venido aquí a no esperar a nadie,
a ver a los demás esperar,
a ser todos los demás esperando,
a ser la esperanza de todos los demás.

Traigo un gran cansancio de ser tantas cosas.
Llegan los retrasados del principio,
y de repente me impaciento de esperar, de existir, de ser,
me voy brusco, y notable al portero, que me mira mucho más rápidamente.

Regreso a la ciudad como a la libertad.

Vale la pena sentir para, por lo menos, dejar de sentir.
(Alvaro de Campos, Poesías)


Lisboa Libro del desasosiego:
Un barco nos parece el objeto cuyo fin es navegar, pero su fin no es navegar: es llegar a un puerto. Nosotros nos encontrábamos navegando sin la idea de qué puerto nos debía acoger. Reproducíamos, en versión dolorosa, la fórmula aventurera de los argonautas: navegar es preciso, vivir no lo es.
(1st article)

[...] Vivimos todos, en este mundo, a bordo de un navío zarpado de un puerto que desconocemos hacia un puerto que ignoramos; debemos tener los unos con los otros una amabilidad de viaje.

El Tajo al fondo es un lago azul, y los montes de la Otra Banda son los de una Suiza achatada. Sale un barco pequeño -vapor carguero negro- del lado del Pozo del Obispo hacia la barra que no veo. [33]

Mar enorme, mi ruidoso compañero de la infancia, que me descansas y me arrullas, porque tu voz no es humana y no puede un día citar en voz baja a oídos humanos mis flaquezas, y mis imperfecciones. Cielo vasto, cielo azul, cielo cercano al misterio de los ángeles. [49]

y os amo desde la amurada como un navío que pasa junto a otro navío y tiene añoranzas desconocidas en el paisaje. [96]

Disfruté anticipadamente el placer de ir, una hora para allá, una hora para acá, viendo los aspectos siempre diferentes del gran río y de su desembocadura atlántica. [106]

y, al mismo tiempo, mi pensamiento sigue, con igual atención, la ruta de un navío inexistente por paisajes de un Oriente que no existe. Las dos cosas son igualmente nítidas, igualmente visibles para mí: la hoja en que escribo con cuidado, en las líneas pautadas, los versos de la epopeya comercial de Vasques y Cía., y el convés donde veo con cuidado, un poco al lado de la pauta alquitranada de los intersticios de las tablas, las tumbonas alineadas, y las piernas salidas de los que descansan del viaje.[111]

Aunque me asome al balcón, como si fuera la amurada de un barco sobre un paisaje nuevo. [129]

El muelle, la tarde, el olor del mar, entran todos, y entran juntos, en la composición de mi angustia. [168]

(Libro del desasosiego. Publicado parcialmente en el número 3 de Descobrimento, en 1931)


Absorto e incierto
y sin conocer,
floto en el mar muerto
de mi propio ser

Me siento pesar
porque agua me siento...
Te veo oscilar,
vida-descontento...

De velas privado...
La quilla virada...
El cielo estrellado
frío como espada.

Soy cielo y soy viento...
Soy barco y soy mar...
Que no soy yo siento...
Lo quiero ignorar.
(Fernando Pessoa. Cancionero)


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