HISTORIA
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Barcos incautados por Rusia



Incautación de barcos españoles en Rusia. Por T.Palacios:
Al llegar al campo de concentración encontraron a otros marinos mercantes retenidos, no como prisioneros de guerra ni como delincuentes comunes, sino como seres pura y simplemente secuestrados... a mediados de 1937 las autoridades soviéticas, sin explicar el porqué, ni el por qué no, retuvieron en Rusia a un grupo de buques que habían sido enviados a aquellos puertos por el Gobierno rojo español para cargar material de guerra... El Juan Sebastián Elcano, que estaba ya cargado con motores de aviación, fue descargado y trasladada la mercancía a otros buques de menor tonelaje y, por tanto, menos valiosos que este soberbio mercante de la Compañía Trasatlántica. A medida que llegaban nuevos buques, de cada tres los rusos permitían regresar a dos y se quedaban con uno, con los más extraños pretextos, tales como errores en la documentación de los barcos o en los permisos de salida y entrada en los puertos. Cuando la guerra civil española terminó, quedaban en los puertos soviéticos los siguientes barcos, todos incautados por Rusia: El Cabo Quilates, de la Compañía Ibarra, y el Marzo, de la Compañía Bilbao, en Murmansk, en el mar Blanco, puerto del océano Glacial Artico; el Cabo San Agustín, de la Compañía Ibarra, el Feodosia, Crimea; el Ciudad de Tarragona y el Ciudad de Ibiza (Compañía Trasmediterránea), el Mar Blanco (Marítima del Nervión). El Isla de Gran Canaria (Compañía Trasmediterránea) y el Inocencio Figueredo, de la Compañía Gijón, todos ellos en Odesa, el gran puerto del mar Negro. Que la incautación de estos buques representa uno de los mayores actos de piratería de todos los tiempos lo demuestra el hecho, ya apuntado más arriba, de que la mayoría de ellos fueron retenidos no a la España victoriosa del general Franco, y como botín de guerra, sino al principio de la conflagración civil y al propio Gobierno rojo español, que no sólo mantenía relaciones estrechísimas con Moscú, sino que tenía al frente de sus Brigadas Internacionales a generales del ejército rojo y estaba protegido por comunistas internacionales de tanto relieve... La historia posterior de estos buques ha sido la siguiente: El Cabo San Agustín fue incorporado a la Marina Auxiliar de Guerra y fue hundido por un torpedo alemán en el mar Negro. El Ciudad de Tarragona hace actualmente (1955) la línea de Yalta a Odesa con carga y pasaje, bajo bandera rusa y con el nombre de Luvof. El Mar Blanco ha sido bajo el nuevo nombre de Oriol y navega con carga entre distintos puertos del mar Negro. El Juan Sebastián Elcano, con el nombre de Volga es usado como transporte de guerra en la base naval de Sebastopol, y el Isla de Gran Canaria navega, igualmente bajo pabellón soviético, por el mar Negro.

Los tripulantes en Rusia:
[...] Una gran parte de los tripulantes de los buques retenidos durante la guerra civil fue repatriada antes de terminar la Cruzada española. Los demás, una vez concluida la guerra, fueron interrogados acerca de si deseaban permanecer en Rusia, regresar a la España "fascista", como ellos la denominaban, o ser trasladados a otros puntos. La mayoría deseaba regresar a España, pero no se atrevían a decirlo por miedo a ser tachados de enemigos por los rusos, y solicitaron Méjico, Francia y otras naciones como punto de destino...

Cuando fueron repatriados -diecisiete años después de su secuestro- ninguno había sido juzgado ni condenado por delito político o común de ninguna clase. No eran prisioneros de guerra. No eran refugiados políticos. No eran delincuentes comunes. Eran simplemente seres secuestrados... (Teodoro Palacios Cueto. Embajador en el infierno)


El Cabo San Agustín, de Ybarra, requisado por la Unión Soviética:
Al comienzo de la guerra civil la Compañía Ybarra tenía en servicio 24 buques, siendo por el número de unidades la tercera de España. Ocupaba el primer lugar en número de buques) la Cía. Trasmediterránea, con 52, seguida por la poderosa compañía naviera Sota y Aznar, que era propietaria de 44 buques que sumaban 175.000 toneladas. Campsa tenía en servicio 19 unidades. La Cía. Trasatlántica contaba con 5 unidades de las que ocho estaban amarradas. Ybarra mantenía sus tradicionales servicios de cabotaje a lo largo del litoral español, pero además atendía la línea regular Mediterráneo al Plata, con tres magníficos trasatlánticos, propulsados a motor, de unos 15.000 toneladas y de reciente construcción los Cabo San Antonio, Cabo San Agustín y Cabo Santo Tomé. Las tres motonaves se perdieron por distintas causas. El Cabo San Antonio permaneció durante toda la guerra civil internado en el puerta de Buenos Aires y embargado por sus armadores, cuya gerencia se mantuvo en Sevilla. Al regresar a España y como consecuencia de un incendio se perdió en las costas de Brasil el 29 de diciembre de 1939. El Cabo Santo Tomé, al regresar de Odessa con material de guerra para la República, llevando pabellón inglés, fue interceptado por los cañoneros Cánovas del Castillo y Dato. El Santo Tomé con la artillería que llevaba oculta, comenzó a disparar, logrando alcanzar al Canovas. Los cañoneros respondieron con su artillería alcanzando al Santo Tomé que, a pesar de su cerrada defensa, quedó varado cerca del cabo Bona y finalmente se hundió. El Cabo San Agustín, al término de la guerra civil, quedó internado en la Unión Soviética y jamás regresó a España. La Cía. Ybarra perdió por tanto todos sus buques trasatlánticos, y para seguir prestando servicio en la línea del Plata tuvo que comprar apresuradamente dos viejos liners a la American President Lines, a los que rebautizó con los nombres de Cabo de Hornos y Cabo de Buena Esperanza. La veterana Ybarra perdió además los Cabo Palos, Cabo Quilates y el Cabo Cullera. En total Ybarra y Cía. perdió seis buques durante la guerra civil, entre ellos, como ya hemos reseñado, sus unidades más importantes. (Ricardo Arroyo Ruiz Zorrilla)


Desembarco de canarios de la División Azul (2 abril 1954):
El buque Semíramis, que enarbola bandera de la Cruz Roja, emboca el puerto de Barcelona entre el tronar de miles de cohetes, el sonido de las sirenas y el clamor del público que abarrota los muelles. A bordo viajan 248 miembros de la División Azul de Voluntarios, combatientes en los campos de Rusia contra el comunismo, que habían sufrido un cruel cautiverio en la siniestra dictadura de Stalin, la más sangrienta que ha conocido la humanidad. Entre los repatriados figuraban al menos seis canarios, que días después llegaron a Tenerife donde fueron recibidos por una multitud, encabezada por el gobernador civil Arias Navarro; obispo Pérez Cáceres y gobernador militar Machado Méndez. Eran Manuel Rodríguez Martín, Francisco Sánchez Medina, de Fuerteventura, Gregorio López García, Isidoro Pelayo García, residente en Santa Cruz; Tomás Evora Martín, de San Miguel; y el grancanario Matías Jiménez, que había marchado a Rusia con el grado de sargento. (Juan Arencibia)

► Al obispo Pérez Cáceres (Güímar 1892 - La Laguna 1961), de quien se alaban sus cualidades humanas y cristianas, le otorgó el título Pío XII en 1947. Como vicario general, vicario capitular y obispo tenía una presencia constante en los actos del régimen. Fue el encargado de bendecir el monolito del monumento dedicado a Franco en el monte de las Raíces (1958), en el lugar donde el 17 de junio de 1936 se celebró la reunión de los jefes y oficiales de la guarnición, que supuso la puesta a punto de la organización del golpe de Estado que tuvo lugar un mes y un día después. Presidió el acto el capitán general de Canarias, teniente general José López Valencia. Estuvieron presentes el Gobernador Civil, Santiago Galindo Herrero y otros miembros representativos de las dos provincias.


Llegada del Seven Seas Spray a Bilbao (1937):
Fuimos los primeros en romper el bloqueo naval de los nacionales (siempre me pareció escandaloso que se llamaran así a sí mismos) en el Golfo de Vizcaya. Zarpamos en Bermeo, cerca de Bilbao, en una lancha cañonera francesa, y arribamos a San Juan de Luz sin el menor percance, pese a los extendidos y creídos rumores de que estaba todo minado. Era una mentira franquista, pero muy eficaz, porque impedía que se aventuraran los barcos y que llegaran víveres al País Vasco. El Deán relató nuestra travesía a The Manchester Guardian, y unos días después probó suerte un mercante, el Seven Seas Spray, en el otro sentido, partiendo de San Juan de Luz cuando ya se había hecho oscuro. Y a la mañana siguiente, cuando entró en Bilbao por la ría, sin haber visto minas ni barcos de guerra durante su viaje, la gente de la ciudad, muy hambrienta, se agolpó en el muelle y vitoreó al Capitán, que estaba en el puente con su hija, gritando: '¡Vivan los marinos ingleses! ¡Viva la libertad! (Javier Marías, Tu rostro mañana. Veneno, sombra y adiós)

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