HISTORIA
Perú
Independencia



Perú 4:
Garcilaso de la Vega, el Inca (1539-1616):
Su mérito principal consistió en saber aunar tanto en sus obras como en su vida el ser español y el ser indígena. Nunca olvidó su origen peruano ni sus raíces incas, reivindicó su naturaleza mestiza y contribuyó decisivamente a disipar los prejuicios raciales de los españoles, esgrimiendo siempre el arma de la razón y el convencimiento. A lo largo de su solitaria y austera vida, su principal objetivo fue comprenderse a sí mismo y hacer comprender a los demás el significado de su tez, ni blanca, ni cobriza. El 12 de abril de 1539 nació en Cuzco quien sería el más célebre autor del clasicismo peruano. Su padre era el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega Vargas, compañero de armas y amigo de Pizarro, y su madre la princesa inca Chimpu Ocllo, quien al ser bautizada había cambiado su nombre por el de Isabel Suárez. El niño, nacido fuera del matrimonio, fue llamado Gómez Suárez de Figueroa y pasó su infancia con su madre, que sólo hablaba quechua. En 1522, su padre casó con Luisa Martel de los Ríos y su madre con el mercader Juan de Pedroche, decidiéndose que el muchacho viviese con el capitán y su madrastra. Fue entonces cuando dio comienzo su educación castellana, que se prolongó por espacio de siete años; Juan de Alcobaza y Juan de Cuéllar fueron los maestros de aquel mestizo aplicado y brillante, el primero que compondría obras en castellano y conseguiría editarlas en España. El joven Gómez Suárez tenía veinte años cuando, tras el fallecimiento de su padre, decidió dar por concluida su etapa cuzqueña y viajar a España. De Cartagena de Indias pasó a Lisboa y de allí a Sevilla, para establecerse al fin en la ciudad cordobesa de Montilla. En ese lugar conoció al que sería hasta su muerte su protector y mecenas, su tío Alonso de Vargas. Don Alonso no sólo enseñó a su sobrino muchas cosas sobre la patria de sus ancestros paternos, sino que le apoyó moral y económicamente y le convenció para que cambiase su nombre por el de Garcilaso de la Vega.

El joven, que no deseaba renunciar a sus raíces indias, siempre lo acompañará con el apelativo de Inca en honor a su madre. A finales de 1561, Garcilaso de la Vega, el Inca, se dirigió a Madrid con la pretensión de que se reconocieran en la corte los servicios prestados por su padre en América y obtener así las mercedes reales que creía que les correspondían como hijo de un conquistador. Todas sus gestiones fueron vanas y el Inca se dispuso a seguir, como su padre, la carrera de las armas. En 1588, Garcilaso se trasladó a la ciudad de Córdoba y resovió entregarse a su vocación literaria, un impulso que había sentido desde su viaje a España pero que las circunstancias no le habían permitido materializar hasta que la muerte de su tío Alonso le proporcionó una situación económica más segura. Su primera obra fue una excelente traducción de los Diálogos de Amor de León Hebreo, publicada en 1590. Posteriormente acometió la redacción de la historia de La Florida, obra en la que narra la expedición realizada a aquella península por Hernando de Soto en 1539; en ella el Inca describe como si de un libro de caballería se tratara las peripecias de los españoles, declarando que su propósito es lograr que no caigan en el olvido obras tan heroicas y colaborar para que en aquella tierra tan larga y ancha se extienda la religión cristiana. Pero el trabajo más importante de Garcilaso de la Vega son sin duda sus Comentarios Reales, crónica del reinado de los reyes incas dividida en dos partes: la primera, publicada en Lisboa en 1606, trata de los orígenes, soberanía y costumbres de los incas, y la segunda, titulada Historia General del Perú, relata el proceso de descubrimiento, conquista y guerras civiles ocurrido en tierras peruanas. En esta obra, considerada por la crítica moderna no demasiado fiable desde el punto de vista de la objetividad histórica, el inca alcanza su madurez como escritor y desarrolla su principal objetivo: la reivindicación del mestizaje y la unión de la cultura renacentista europea con la auctóctona americana.


El valle del río Urubamba:
A unos 15 km de Cuzco, es conocido por el nombre del valle Sagrado. El aspecto de sus pequeños pueblos conserva muchos elementos tradicionales únicos. Chinchero muestra un mercado tradicional a base de trueques los domingos por la mañana. Las ruinas de Ollantaytambo están circundadas por una población en lo alto de una peña. Sus casas trapezoidales y la vista sobre el río Urubamba son de gran interés. A 4 km de Cuzco está Quenko, que significa zigzag. A 32 km de Cuzco está Pisac con un casco viejo considerado Conjunto Arqueológico. Su parte colonial atrae a muchos turistas que acuden a sus mercados tradicionales.

Fiesta del Inti Raymi:
Celebración más importante del valle de Urubamba que tiene lugar el 24 de junio. En Sacsayhamán, a 3 km de Cuzco, a las 11 de la mañana se representa sobre las ruinas incas un acto en el que participan cerca de 1.000 personas. Rememoran el culto sagrado al dios Sol. El inca arranca el corazón a una llama para ofrecérsela como sacrificio a Inti. El corazón que se usa hoy es una simulación de trapo. Del estado de las vísceras se interpretaba los acontecimientos futuros que sucederían al pueblo. El Inty Raymi también se celebra cada año en Machu Picchu.

La antigua calzada que unía Cuzco con Machu Picchu se puede recorrer de forma organizada. Es obligatorio contratar los servicios de una de las agencias que ofrecen material, guía y porteadores. Los trenes que recorren la línea de Cuzco a Aguas Calientes incluyen servicios de distinta calidad. La línea Hiram Bingham ofrece desde 2003 billetes a 500 EUR ida y vuelta. Su servicio de restaurante es de cinco estrellas. Otras compañías más baratas son el Vistadome y el Backpaper (75 EUR). Se puede visitar Machu Picchu de 07:30 a 17:00 hrs. Los billetes se compran en el Instituto Nacional de Cultura de Cuzco o en el distrito de Aguas Calientes. Alojarse en el Hotel Machu Picchu permite visitar el recinto a primera hora de la mañana. Las ruinas de tamaño colosal están formadas por 200 estructuras arquitectónicas dispuestas en grandes gradas formadas por muros, escalinatas y torreones. Entre los restos religiosos están la Plaza Sagrada, el templo de las Tres Ventanas, el templo Sagrado, la Mansión Sacerdotal y el observatorio solar intihuatana. Al NE se hallan la mayor parte de las residencias, mientras que al SO están las edificaciones de más perfecto acabado, entre ellas el Torreón. Al SE y en la parte inferior se encontraban las viviendas más humildes, separadas entre sí por estrechas callejuelas. También hay numerosas terrazas agrícolas, comunicadas entre sí por canales de irrigación, y con la población por escaleras. Más abajo está el cementerio que tiene una extensión de 13 kilómetros cuadrados y estuvo rodeado por una muralla de 6 metros de altura. Por las vistas del valle merece el esfuerzo de 2 horas de subida a la montaña Huayna Picchu, justo detrás de las ruinas. Se asciende por un sendero marcado. En el camino abundan las cuevas naturales, cavernas talladas, terrazas y escalinatas, así como mausoleos y sepulturas en los márgenes del camino.

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