MAR
El ciclo de las anguilas



Anguilas:
Peces de tipo catadromo. Nacen en el mar, penetran en los ríos durante su primera edad y vuelven al mar para reproducirse. De los huevos de anguila salen pequeñas larvas llamadas leptocéfalos, que se dejan arrastrar por las corrientes marinas a grandes distancias. Al acercarse a las costas de Norteamérica -al cabo de un año- o a las europeas -al cabo de, por lo menos, tres años-, se transforman en angulas, que penetran a millares en los ríos y nadan corriente arriba para establecerse en el curso alto, donde continúan creciendo. Cuando la anguila tiene ya catorce o quince años, cambia su coloración grisverdosaamarillenta, para convertirse en una "anguila plateada" y emprender el largo viaje de regreso al mar de los Sargazos, sitio en que, finalmente se reproduce y muere.

[...] Desde los tiempos más antiguos llamó la atención el hecho de que en las aguas dulces de Europa hubiera anguilas adultas, pero nunca se encontraron huevos ni ejemplares jóvenes. Incluso el filósofo griego Aristóteles llegó a sugerir que las anguilas se engendraban espontáneamente en el fondo de los lagos. Más adelante, en algunos países del norte de Europa, el Mediterráneo y la costa este de Norteamérica, se observó que en ciertas épocas del año llegaban a los estuarios de los ríos pequeñas larvas de anguila -las angulas-, que nadaban río arriba hasta llegar a las aguas dulces del interior, donde seguían creciendo pero sin reproducirse nunca. En otras épocas, anguilas más grandes, con la piel plateada y los ojos mucho mayores, bajaban hasta las aguas de los estuarios. Pero todos estos datos no aportaban ninguna luz sobre el enigma principal: dónde se reproducían las anguilas adultas.

Descubrimientos anatómicos (ss. XVIII y XIX):
En 1777 el italiano Carlo Mondini descubrió los ovarios de la anguila. Las hembras ponían huevos como cualquier otro pez. Pasaron casi cien años hasta que se descubrieron los órganos sexuales masculinos. El biólogo triestino Simon von Syrski descubrió dos pequeños órganos en forma de lóbulo y los identificó como los testículos de la anguila, pero surgió un misterio para los investigadores de entonces: no contenían tipo alguno de esperma. En la misma época, Sigmund Freud, que era todavía estudiante de zoología, estudió también los testículos de la anguila. Trabajando prácticamente a destajo, Freud hizo la disección de unas cuatrocientas anguilas en busca de los órganos sexuales masculinos. A finales del s.XIX los biólogos Yves Delage y Giovanni Batista Grassi demostraron que el Leptocephalus brevirostris, un ser marino plano y transparente, era en realidad la larva de la anguila de río. Hasta entonces había sido considerado como una especie independiente.

Investigaciones de Johannes Schmidt:
Hubo que esperar hasta las primeras décadas de este siglo para que el misterio quedara resuelto, gracias a la concienzuda labor detestivesca del oceanógrafo danés Johannes Schmidt (1877-1933). A finales del siglo pasado quedó demostrado que los leptocéfalos, unos pececillos alargados con forma de hoja que se pescaban con cierta frecuencia en aguas del Atlántico no pertenecían a una nueva especie de pez. Aunque su aspecto era bastante diferente del de las angulas, se demostró que se trataba de otra forma de larva de anguila. Pero ¿de dónde habían salido? A partir de 1904, Schmidt siguió la pista de estas criaturas transparentes que nadan entre el plancton, iniciando su investigación en las islas Feroe, al norte de Escocia. No tardó en descubrir que cuanto más se desplazaba hacia el sur y hacia el oeste, más leptocéfalos encontraba, y más pequeños eran éstos. Parecía que se iba aproximando al lugar donde habían nacido. Y por fin se descubrió el lugar donde se reproducen las anguilas: en el mar de los Sargazos, a profundidades de 300 a 600 m, bajo el dosel protector de la masa de algas. Aquí se encontraba también el territorio de cría del congrio, un pez muy semejante a la anguila pero exclusivamente marino, que alcanza un tamaño mayor que el de su pariente de agua dulce. Para reproducirse en esta zona, las anguilas tienen que realizar una larguísima migración en dos direcciones. Las larvas que salen de los huevos se dejan arrastrar por las corrientes marinas, bien hacia la costa este de Norteamérica, bien hacia Europa, siguiendo la corriente del Golfo, en una migración que dura varios años. Después de haber crecido en aguas dulces, cuando ya tienen unos 10 años de edad, las anguilas adultas regresan al mar y emprenden de nuevo el largo viaje, para reproducirse y morir en el mar de los Sargazos. Todavía queda un misterio por resolver en el ciclo vital de la anguila. Algunos científicos, si bien aceptan la evidencia de la migración inversa de las anguilas adultas europeas. Según ellos, son las anguilas norteamericanas, que tienen que realizar un viaje mucho más corto, las que engendran todas las larvas, incluyendo las que llegan a Europa. De ser cierta su hipótesis, la anguila europea sólo realizaría el viaje de ida y jamás volvería al mar de los Sargazos a reproducirse. Esto parece muy improbable, ya que la vida de la anguila presenta tantos aspectos extraordinarios que no hay razón para dudar de este alarde final.


Primeros años de vida:
Las áreas de puesta están situadas junto a grandes corrientes oceánicas que transportan las larvas hasta los continentes. Durante el recorrido que dura casi tres años, llevadas pasivamente por las corrientes, las larvas, que son foliáceas, sufren sucesivas metamorfosis y van creciendo, siendo notable la última, en la que muestran una apreciable reducción de tamaño, ya que la angula es cerca de un centímetro más corta que la larva de la cual procede; pero ello tiene quizá importancia fisiológica por las transformaciones que comporta en los órganos internos que se reestructuran para hacer frente a la vida en un nuevo biotopo, nada más, porque acto seguido empiezan a alimentarse y crecer y al cabo de un año miden ya de 16 a 18 cm. Se encuentran anguilas en todos los cursos de agua, por humildes que sean, y aun en pozas aisladas donde es difícil imaginar su llegada si no es por tierra; de hecho son capaces de hacerlo durante las noches lluviosas o húmedas. Debido a que deben regresar al mar, aparece el problema de esta posibilidad, pero ello preocupa poco a estos peces, ya que los que no pueden viajar sufren una involución total con atrofia de los órganos sexuales. Estos individuos son los ejemplares gigantescos que a veces se capturan, midiendo más de 1,5 m y con pesos que rayan los 20 kg. (Pedro Arté)

La sangre de las anguilas:
La sangre de la anguila posee una proteína llamada hemoitiotoxina que actúa de hemolítico al entrar en contacto con la sangre de un animal o la humana. Actúa rompiendo la membrana de los glóbulos rojos, que liberan hemoglobina y las consecuencias son parálisis sensorial y motora, bloqueo de la respiración y en casos extremos, la muerte. Esta proteína es termolábil y se neutraliza fácilmente con el calor. Sólo perjudica la salud cuando entra en contacto con la sangre humana a través de una herida. También está presente en los congrios y morenas.


Los rayiformes:
El nombre común de rayas, aunque con propiedad debería aplicarse únicamente a un grupo de rayiformes (o batoideos) restringido, los ráyidos, se aplica, en el lenguaje común, a todos los rayiformes, es decir, a aquellos peces selacios cuyo cuerpo no es fusiforme, sino deprimido en extremo, de modo que la boca, las aberturas nasales y, sobre todo, los cinco pares de aberturas respiratorias branquiales quedan situados en plena cara ventral del cuerpo, mientras que los ojos y los espiráculos están en la superficie dorsal de la cabeza. Las aletas del par anterior se confunden por completo por su base con los costados del tronco y de la cabeza, contribuyendo al ensanchamiento del cuerpo. La forma de estos curosos peces se debe eb gran parte a sus costumbres sedetarias: permanecen largo tiempo descansando en el fondo del mar, apoyados sobre la superficie ventrla del cuerpo, que es casi plana. Las rayas nadan mediante las ondulaciones de las amplias aletas del primer par, que flamean con flexibilidad incomparable, y a veces evolucionan tras el impulso inclinando el cuerpo para describir curvas perfectas que recuerdan a las águilas. Aunque viven en el fondo, no suelen encontrarse a grandes profundidades, sino que la mayoría son litorales o de profundidades medias. Los zoólogos han dividido los rayiformes en varios grupos. El grupo de los rínidos tienen un representante muy interesante, el pez ángel (Rhina squatina), que se considera una especie de transición entre los tiburones y las rayas; los prístidos se caracterizan por tener el rostro prolongado en un apéndice largo y aplanado, dotado en cada uno de sus bordes de una serie de dientes aplanados, robustos y agudos: son los peces sierra; los rinobátidos reciben, por su aspecto, el nombre de guitarras, que viven en los mares cálidos y son totalmente inofensivos; los torpedínidos o torpedos tienen la particularidad de poseer un órgano especial capaz de acumular un fuerte potencial eléctrico, que el animal descarga a voluntad; los trigónidos, como la mantellina (Gymnura altavela), la raya de mayor envergadura que se conoce; los milobátidos, como el águila marina (Myliobatis aquila) y la raya pintada (Aetobatis narinari), y los mobrílidos, como el pez manta (Mobula mobular), son todos ellos torpediniformes. Por último, los ráyidos, que son las verdaderas rayas, suelen tener el cuerpo cubierto de espínulas que producen al tacto una sensación de aspereza, y presentan en el dorso unos aguijones formando series regulares, sobre todo a lo largo del centro de la espalda y de la superficie dorsal de la cola. Su color es muy variado, a menudo manchado, y viven pegadas a los fondos marinos, sobre la arena o el fango, donde se esconden para sorprender a sus presas, que son crustáceos, moluscos y peces. Las rayas son ovíparas y el huevo es muy característico por estar provisto de una cápsula coriácea, en forma de almohadilla, con cuatro ángulos salientes.


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