CANARIAS
Extracción de sal



Extracción de sal en Canarias:
Su estructura incorporó elementos constructivos de la cultura agrícola local, muros de piedra negra y terrazas. Los molinos elevan el agua de mar a través de un pozo y la hacen llegar a los cocederos, que son balsas con el fondo de barro donde progresivamente va aumentando la concentración de sal. El agua pasa a los tajos, cuadrados de pequeño tamaño con fondo de barro donde se cristaliza la sal. La sal recogida se almacena en los saleros hasta su salida de la explotación.

Las salinas de Fuencaliente (La Palma)
Fueron creadas de un modo artificial por Fernando Hernández Rodríguez, padre del actual propietario. Comenzaron a construirse en 1967, siguiendo el modelo de las salinas de Lanzarote, viéndose aplazadas por la erupción del volcán de Teneguía en 1971. En total, están un año paralizadas mientras se ejecutan las labores de limpieza. Las salinas de Fuencaliente han experimentado varios procesos de ampliación en distintas temporadas. Su última expansión fue durante el año 1994, cuando se encuadró en el programa europeo REGIS de "Recuperación de las Salinas Canarias". Este programa tenía por objetivo la rehabilitación del patrimonio regional salinero, interviniendo en el mercado de la sal, complementando turística y culturalmente la operación. A juicio de Hernández, "los objetivos eran bastante utópicos, por lo que no llegaron a fraguarse, persistiendo aún hoy los problemas de mantenimiento de los ingenios salineros".

Salinas de Lanzarote:
La isla llegó a contar con 26 salinas. Dedicó considerables cantidades a la conserva del pescado procedente de la costa sahariana. Las salinas de barro se sitúan en zonas de costa llana donde se aprovechaba la subida del mar para canalizar el agua hasta los cocederos naturales. Para mejorar las condiciones del terreno se colocaban acumulaciones de barro para canalizar agua hasta los tajos. Ejemplos de este sistema, el más antiguo, son las salinas del Río de Famara y las del Charco de San Ginés. Las salinas del Río, con forros de piedra negra, datan de finales del siglo XIX. Salinas de La Caleta o de Los Agujeros, situadas en la costa de Guatiza, fueron construidas en 1940 y siguen en funcionamiento. Muy cerca están las Salinas de Don Pancho o Tío Joaquín, construidas en 1930 con terrazas adaptadas al terreno y que llegaron a recoger 800 toneladas al año. Las de Janubio, las más grandes de Canarias, se sitúan una bahía parcialmente cerrada por la lava de las erupciones de 1730–1736. Sus quinientos mil metros cuadrados en activo acoge una rica biodiversidad donde han encontrado refugio varias especies de aves acuáticas migradoras. La UE ha declarado a las Salinas Zona de Especial Protección para las Aves.


Una recolectora de sal de charco en Lanzarote:
Vicenta Bravo Marrero nació en Lanzarote en una pequeña aldea de nombre Las Breñas y cuando se casó se fue a vivir al cercano pueblo de Femés. "Yo me crié con mi abuela y mi madre. Mi abuelo embarcaba a la pesca a Cabo Blanco y estaba ocho meses allí", relata. Su marido también fue marinero, pero de barcos de cabotaje, y cuando quedó viuda sacó adelante a sus hijos con un restaurante que lleva el nombre de su esposo (Emiliano), cocinando pescado y ofreciendo cabrito frito con sal de charco que coge del mismo modo que lo aprendió a hacer desde niña. "Ahora mismo el mar está tormento y luego cuando en el mes de mayo y junio, que la mar ya se va quedando, quedan los charquitos llenos de agua. Y en esos charquitos llenos de agua va naciendo la sal, y nosotros más o menos estamos al tiempo, vamos, la raspamos y la cogemos muy limpita y muy buena", explica. Para ir a las salinas Bermejas, donde la recolecta, camina entre ocho y nueve kilómetros para coger un saquito. "Lo que pasa es que uno se crió con eso y a mí por lo menos me gusta hacerlo", reconoce. Los charcos donde cogían la sal antes "los arreglábamos: los llenábamos con unas cacharritas y aquello quedaba lleno de agua, luego, cuando se cuajaba, la cogíamos, a lo mejor de ocho a ocho días cuando estaba el sol bueno y no hubiera mucho viento. Comenzábamos a arreglar las salinitas en el mes de abril, mayo, junio, julio y agosto. En ese tiempo la cogíamos para venderla, porque cogíamos un par de fanegas de una vez y mi madre y mi abuela la vendían. A lo mejor iban a Mácher o a Tías y allí la gente les daba trigo, lentejas y cambiaban una cosa por la otra". (Teresa Correa, marzo 2005)

Cargador de las salinas de Janubio:
Estuve trabajando cargando unos barcos de sal en Playa Blanca. La hora allí era al salir el sol y ponerse el sol. Ganábamos cinco duros. Estábamos todo el día con los pies en el agua y con un saco de esos grandísimos, de pelo de camello, que tenían una lista azul. El saco mojado pesaba más que la media fanega de sal. Y después de estar todo el día en el agua salía uno todo rosado. Venía uno caminando por ahí para arriba [a casa] todo escarranchado. (Dámaso Ganzo, nac. en Tinajo, Lanzarote 1924. Entrevista 2007)


Salinas artesanales canarias:
La sal, por sí misma, es un producto artesanal en las Islas. Ni siquiera las grandes salinas del Janubio, en Lanzarote (grandes para nosotros, por otra parte), pueden considerarse por sus dimensiones o métodos fuera de la categoría propia de la producción artesanal. Las salinas en Canarias podrían ser divididas en salinas familiares/comunales, caracterizadas porque el objetivo es en primer lugar el autoconsumo, o, como mucho el trueque y las salinas pequeñas/industrias artesanales, como las citadas del Janubio, en Lanzarote, o las del sur, tanto en Tenerife como en Gran Canaria. La característica que diferencia a primera vista la sal canaria de la foránea es que la muestra tiene de fondo un intenso color azul, mientras que la sal que viene de fuera lo tiene tirando a marrón. La sal canaria es muy apreciada en círculos naturísticos internacionales por la limpieza de su obtención, sin mezcla de tierras bases, que son las que dan esa coloración blanca tirando a marrón de las salinas del sur de España, mientras que la nuestra, por su limpieza, permanece con un blanco tirando a azulado. Las cualidades asépticas de nuestra sal también son demostrablemente mucho mayores que las extranjeras citadas, así como su contenido en yodo, inexistente casi en las sales de fuera, y perfectamente natural en la sal canaria. Salinas familiares, más o menos comunales, quedan aún en algunos puntos de nuestra geografía, por ejemplo en La Caleta de Interián (Garachico-Los Silos, norte de Tenerife), obteniéndose allí una sal de una esquisitez inolvidable para quien la conoce.

[El Cardonal:]
Una salina a mitad del camino entre la pequeña industria artesanal y lo familiar se encuentra en la costa de El Cardonal, cercano a los Bañaderos, costa Norte de Gran Canaria. Allí don Egidio Enrique García, de 65 años [en 1989], sigue el oficio de salinero, que lo recogió de su padre, don Gregorio Enrique Medina, que murió en 1946.

    Esto ya no merece la pena. Ya me han robado dos veces el motor para levantar el agua. Como me lo roben otra vez más, lo dejo. Las salinas llevan mucha limpieza, sí, mucha limpieza. Yo estoy aquí. ¿Adónde voy? Estoy jodido de la columna. Mi madre lo decía siempre, que ella no conocía salinero que no llegara a viejo lleno de dolores. La sal que yo saco da un blanco que es azul, de lo pura que es. Pero esto ya no sirve. Da mucho trabajo, hay que quitar los sálamos... antes esto daba el sueldo para tres hombres, dos sacando la sal y uno yendo por ahí a venderla, pero hoy ya estoy yo solo, y sigo porque quiero, no porque esto dé. Esto no da nada ya. Hay que limpiar bien en abril, para coger bien el verano de punta a punta. La sal se coge aquí de abril a septiembre, sí. (...) Yo vendo la sal al precio de la sal, si la vendiera por lo que cuesta sacarla, nadie compraría ésta, sino la de fuera. No queda más salida que vender la sal al precio que tiene la sal por ahí. El agua la levantamos ahora con motor, pero antes era cubo a cubo al hombro. Echo el agua en los cocederos, para que se caliente. De ahí luego ya la echo en las maretas, y ahí va saliendo la sal. Un cubo de agua de los cocederos saca más sal que 10 cubos de agua de mar cogida directa y echada en las maretas. Esto da su trabajo. Si encontrara a alguien que se quisiera quedar con ésto, se lo vendía por cuatro perras, más que sea para que no se perdiera... pero esto hoy no lo quiere nadie, qué va. ¡Cuando yo me muera! ¡Vendrán los chiquillos y romperán todo esto! (Egidio Enrique)

(Francisco Ossorio, Artesanía Canaria, Edirca)

Lavaderos para el gofio de cosco:
En Fuerteventura, en tiempos de severa escasez, se recurría a un sustituto de la harina de cebada. Era de sabor salado y algo indigesto. Provenía de una planta silvestre [Mesembryanthemum nodiflorum] llamada cosco o “rofe rofe”. Era abundante en zonas de elevada salinidad cercanas a la costa. La planta seca se llevaba a los lavaderos, charcos de agua de mar sobre una superficie rocosa. Las semillas que se separaban de las vainas por la acción del agua salada se secaban al sol, se limpiaban, se tostaban y se molían. Los lavaderos podían acondicionarse para facilitar las labores de apaleo en una laja inclinada y el achique del agua.

En las islas mayores las estrecheces de las temporadas de carestía se solucionaban importando grano y dejando que la demanda empujara el precio al alza. Ni punto de comparación con la angustia de las islas menores que en ocasiones debían ser socorridas por barcos de cabotaje (con intervención de las autoridades o no), pero no siempre.


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