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CINE
Descubrimiento de América



Ridley Scott 1492, la conquista del paraíso. Ridley Scott:
Con un presupuesto de cuarenta millones de dólares, muy elevado para la media de producción europea, la versión de Ridley Scott sobre Cristóbal Colón tuvo que luchar con la competencia del proyecto similar de los Salkind, con quienes había negociado una posible colaboración un año antes de iniciar su propio filme. Se partió de una idea original de Roselyne Bosch, que pensó en un posible guión cuando estaba realizando un reportaje sobre el V Centenario del Descubrimiento de América. Ridley Scott decidió eliminar los matices aventureros, que suponía iban a abundar en el otro proyecto paralelo, y hacer hincapié tanto en las dotes de actor de Gérard Depardieu como en la idea de presentar a un Colón ya maduro y amargado por sus muchas luchas palaciegas. El mayor problema radicó en la elección de los actores. Para el papel de la reina isabel, el realizador barajó los nombres de Anjélica Houston, Carmen Maura, Katleen Turner, Glenn Close, y Lena Olin, decantándose finalmente por Sigourney Weaver, con quien había rodado Alien, el octavo pasajero (Alien). Para encarnar al rey Fernando, tras ser descartado Juanjo Puigcorbé y Fermí Reixach, se eligió a Fernando García Rimada, y para interpretar a Beatriz Enríquez -ante la imposibilidad de contar con Victoria Abril- fue contratada Angela Molina. Fernando Rey fue fray Marchena, y Fernando Guillén Cuervo obtuvo el papel de Giacomo. Se rodó en Costa Rica y en España, aprovechando escenarios naturales como la finca de La Encalada de Cáceres, a Casa de Pilatos de Sevilla, el Alcázar, así como la catedral y el palacio Anaya de Salamanca. También se rodó en Trujillo, Segovia y Toledo, logrando presentar una España mucho más cercana a la realidad de 1492 que la que aparece en la versión de John Glen.

Cristóbal Colón: El Descubrimiento. John Glen:
La familia Salkind ha estado metida en el negocio del cine desde pricipios de siglo: ya el abuelo fue el productor de La calle sin alegría (Die Freudlosse Gasse, 1925), interpretada por Greta Garbo, y a ellos se deben películas tan populares en taquilla como las sagas Superman y de Los tres mosqueteros. Alexander y su hijo Ilya decidieron rodar la vida de Cristóbal Colón en 1985, ignorantes de que se iban a enfrentar con todo tipo de problemas antes de ver terminado su proyecto. Contaron con un presupuesto inicial de cuarenta y cinco millones de dólares, pronto superado, y al mando de la producción se puso al más joven de los Salkind, Ilya, que había debutado precisamente como productor en tierras españolas con La luz del fin del mundo (The Light of the Edge of the World, 1971). Como productora ejecutiva colaboró a su lado su esposa Jane Chaplin, hija de Charles Chaplin. Para el argumento inicial encargaron un texto a Mario Puzo, ganador de dos Oscar por las partes primera y segunda de El Padrino (The Godfather, 1972 y The Godfather II, 1973). Con Puzo comenzaron los problemas, ya que el escritor tuvo que rehacer su texto varias veces para al final verse obligado a colaborar, a regañadientes, con otros dos profesionales, Cary Bates y John Briley -ganador también de otra estatuilla por su guión de Gandhi (1982)-, para conseguir un guión con posibilidades de ser llevado a la pantalla. Ridley Scott, que estaba estudiando la posibilidad de dirigir el proyecto, lo abandonó por disentir abiertamente de su planteamiento, y rodó paralelamente otra versión del tema -con Gérard Depardieu en el papel de Colón- de miras más amplias y rigurosas, aunque sería un fracaso de taquilla. A pesar de la oposición y sus picacias de la crítica mundial, los Salkind contrataron para sustituirlo a George Pan Cosmatos, el director de Rambo / Acorralado (Rambo / First Blood, part II, 1985), quien a última hora y a punto de iniciarse el rodaje les dejó plantados. Ello provocó un nuevo cambio en el proyecto y una demanda de cincuenta millones de dólares por incumplimiento de contrato. Fue sustituido por John Glen, quien se encontró además con la desersión de las principales figuras artísticas, que hubieran preferido a un director como Scott en lugar de al responsable de cinco películas de James Bond. El primero en abandonar fue Timothy Dalton, propuesto como Colón, y que había discutido mucho con John Glen durante el rodaje de su película de la serie Bond 007: Alta tensión (The living Daylight, 1987). Matt Dillon fue eliminado a última hora por ser demasiado joven, y cuando le ofrecieron un papel secundario, el de Alvaro, se negó rotundamente a intervenir. La elección definitiva recayó en George Corraface, un actor francés -hijo de un director de orquesta- que había visto poco antes truncada su carrera por el fallecimiento de David Lean, que le había ofrecido el papel protagonista de su proyecto Nostromo. Tras su paso por la Comédie Française, trabajó en la producción teatral de Bodas de sangre, de García Lorca, y en una obra de Arrabal, En Memphis hay un hombre de una fuerza extraordinaria. Antes de encarnar a Colón, su único éxito internacional había sido una colaboración en el Mahabharata, de Peter Brook. El papel del rey Fernando el Católico le fue ofrecido a Tom Selleck, famoso por su peculiar sentido del humor. "Intento siempre -confesó durante el rodaje- buscar el lado humorístico en los papeles más serios. En el caso del rey Fernando lo encontré en el gozo que sentía por el mero hecho de ser rey. Pienso que disfrutó mucho con ello." Isabella Rossellini, que estaba destinada a interpretar a la reina Isabel la Católica, también desertó en el último momento, y fue sustituida por Rachel Ward, una aristócráta inglesa, hija primogénita del conde de Dudley, que había dejado su castillo, como un cuento de hadas a la inversa, para conquistar el mundo artístico de Nueva York cuando sólo tenía dieciséis años. Su papel de la sensible Maggie en la serie de televisión El pájaro espino (The Thorn Bird) la había lanzado a la fama. No menos conflictiva fue antes, durante y después del rodaje la colaboración de Marlon Brando. Debido a los cuantiosos gastos provocados por el juicio de su hijo Christian, acusado del homicidio del novio de su hermana Cheyenne, aceptó este papel por la compensación económica de unos honorarios superiores a los cincuenta millones de dólares, es decir, el doble que lo que cobraría Gérard Depardieu en la versión de Ridley Scott. Brando, famoso por sus exigencias, pidió transformar totalmente su papel de Torquemada; intentó que se incluyese una escena de suplicio en el tribunal de la Inquisición y, tras el estreno, exigió que su nombre fuese retirado de los títulos de crédito. "No deseo estar relacionado con esta película en nada, ya que se ha incumplido claramente mi contrato en varias ocasiones", dijo ante la prensa. Los críticos reprocharon falta de rigor histórico y notables errores en la documentación, a pesar de haber colaborado especialistas tan acreditados como el diseñador de producción Gil Parrondo, ganador de dos Oscar por Patton (1970) y por Nicolás y Alejandra (Nicholas and Alexandra, 1971). Arthur Woorster, responsable de una unidad especial dedicada a fotografiar localizaciones oceánicas, trabajó durante tres meses con su equipo. Otros tres meses fueron dedicados al rodaje en Malta, el Caribe y España, donde se utilizaron localizaciones en Madrid y sus alrededores y en las islas Canarias. El Ministerio de Cultura español colaboró con el proyecto permitiendo a los Salkind servirse de la réplica de las carabelas Pinta y Niña y de la nao Santa María. Para dar publicidad al acontecimiento, los barcos salieron de Huelva con destino a Puerto Rico, en un intento de rememorar, en lo posible, el viaje que realizara Colón cinco siglos antes.
Autor:


Blade Runner Ridley Scott:
Estudió arte en West Hartlepool College of Art y en el Royal College of Art, en Londres. A mediados de los 60 entró en la cadena de televisión BBC como decorador y no tardó en pasar a la dirección, rodando hábiles episodios para series. En esa época creó su propia productora, Ridley Scott Associates, con la que realizó anuncios para televisión que destacaron por su extraordinaria técnica y sus deslumbrantes imágenes. Aplicó ese don especial para el diseño suntuoso a la gran pantalla cuando hizo su debut como director en 1977. Su filme Los duelistas, ganador del premio a la mejor película en el Festival de Cannes, es una adaptación lujosamente montada, aunque confusa, de una novela de Joseph Conrad sobre una vieja enemistad entre dos oficiales durante las guerras napoleónicas. De nuevo el estilo superó al argumento en Alien, el octavo pasajero (1979), una célebre película de ciencia-ficción -de impresionante éxito comercial-, más admirada por su técnica y asombroso montaje que por su originalidad y profundidad. Blade Runner (1982) es el filme más significativo de Scott: situado en un inhóspito siglo XXI en Los Angeles, está diseñado con audacia, es una producción visualmente asombrosa, aunque estructuralmente algo descuidada y narrativamente confusa. El director fusionó el instinto visual con el dinamismo dramático en Thelma y Louise (1991).


Utilización política del descubrimiento: Alba de América (1951):
Reproduce el discurso de la España imperial y recupera el componente providencialista, mesiánico y apocalíptico del Descubrimiento y la Conquista. El interés del aparato estatal en esta producción se basó en el potencial de la misma para legitimar el período durante el cual fue concebido. El fenómeno puntual del Descubrimiento se revela finalmente como una excusa, que resulta útil únicamente como función de los paralelismos ideológicos que permiten relacionarlo con la situación política de España durante los cincuenta... Lo que sí fue viable fue la invención de un mito imperial dirigido al consumo interno, que permitía la creación de la autopercepción engañosa de que España era la nación "elegida" y la aceptación de la paradoja de que España era rica porque España era pobre. Mediante películas com Alba de América, los espectadores de un país arruinado en el que todavía existían los cupones de alimentos podían asistir al espectáculo de su propia grandeza. Así, el proyecto global de hispanidad tuvo una alta efectividad en la política interior del país. Además de promover una imagen fatua de España, permitió la unificación de las familias políticas del Régimen. Falangistas, carlistas, católicos y tradicionalistas podían compartir los valores y la hegemonía proyectada, inherentes a este mito. Asociado además con la ideología del nacionalcatolicismo y con los ideales de raza, religión, nación e imperio, el mito terminó por convertirse en un mito sobre los pilares que daban legitimidad a la dictadura. (Santiago Juan Navarro)

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